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«Mi madre está eufórica», explica Desiré. Es la hermana de Yaiza, la joven gijonesa de 17 años a la que robaron su silla de ruedas adaptada. El motivo de la euforia es porque han encontrado la silla, la Policía se la ha devuelto después de una llamada vecinal a los agentes.
«Nos llegó una llamada de la Policía, pidiéndonos una foto mejor de la silla, para poder contrastarla con la que les habían dicho. Estuve buscando en los archivos y en conversaciones, donde quedan guardadas las fotos, y encontré una del día en que la compramos. Así que se la mandé a los policías», detalla Desiré. La búsqueda dio resultados porque la familia recibió al tiempo una llamada en la que afirmaban haber encontrado la silla: «Creemos que la tenemos», les dijeron los policías. Los agentes tardaron unas dos horas en llegar con la silla de ruedas adaptada para total alegría de Yaiza y de todos sus familiares. «Parece que está bien, que no está rota ni nada, pero no tiene batería. Tenemos que cargarla», cuenta Desiré.
Los agentes explicaron a la familia de Yaiza que lograron dar con la silla de ruedas tras la llamada de un vecino que dijo haberla visto cerca de casa, en el barrio de El Llano, justo donde desapareció hace casi una semana. La Policía investiga ahora quién fue el autor del robo.
Hace año y medio que Yaiza Azevedo ganó independencia. Se la dio la silla de ruedas eléctrica y adaptada que sus padres lograron adquirir por 5.616 euros. Gracias a ella, la joven de 17 años, que nació con un derrame cerebral y fue sometida a varias operaciones, incluyendo una cirugía multinivel a los 14 años, empezó a salir de casa sola, «a dar una vuelta a la manzana, a ir al kiosko o a la tienda del barrio». «Antes no salía de casa, siempre estaba con su hermana y conmigo porque tiene miedo a la calle y a la gente», cuenta su madre, Santa de las Heras. Últimamente «estaba toda contenta porque iba sola a la parada del autobús»
Esa misma independencia que tanto costó conseguir se la arrebataron el hace una semana, cuando alguien robó la silla de Yaiza del bajo en el que habitualmente la guardan, en el barrio gijonés de El Llano. «No me entra en la cabeza que alguien haga algo así», lamenta la madre, aún sin creer lo ocurrido.
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