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Santa de las Heras, Desiré y Yaiza, con su silla, delante de La Santina de Ceares. JOSÉ SIMAL
«Mamá, ¿ya puedo ir a buscar a mis amigos?»

«Mamá, ¿ya puedo ir a buscar a mis amigos?»

Final feliz. Una llamada de un vecino de El Llano a la Policía Nacional permite dar con el vehículo adaptado de Yaiza: «Estamos muy agradecidos»

Sábado, 12 de noviembre 2022, 02:39

Eran las dos menos cuarto de la tarde cuando un microbús adaptado paró frente al bar La Santina de Ceares, en la calle Fuente del Real. Santa de las Heras no pudo ni esperar a que su hija Yaiza, de 17 años, bajara del vehículo que la traía desde el instituto Doña Jimena para exclamar: «¡Apareció, cariño! ¿Estás contenta?». De la sonrisa de oreja a oreja pasaron pronto a las lágrimas de euforia, al fundirse en un abrazo que también rezumaba alivio. Lo grabó todo Desiré, la hermana mayor, que se encogía de hombros ante las quejas de su hermana: «Me dijo la tía Mari que grabara tu reacción». Porque tras casi una semana de angustia, Yaiza Azevedo recuperó ayer su silla de ruedas adaptada. Y, con ella, su libertad e independencia. «Mamá, ¿ya puedo ir a buscar a mis amigos?», preguntó rápidamente, aunque también expresó alguna duda. «No se si me atreveré ahora a ir sola». Pero su madre trató de despejarla rápidamente con un «vas a salir, ¿verdad? Dime que sí».

La silla desapareció el pasado viernes o sábado del almacén de una floristería de la calle Muni donde la guardaban para poder subir a casa, ya que no cabe en el ascensor. Ayer, un vecino de El Llano se puso en contacto con la Policía Nacional, una llamada que permitió localizar el vehículo adaptado. Los agentes pidieron a la familia una foto de la silla con mejor calidad y Desiré encontró una del día en que la compraron -costó 5.616 euros-. «Se la mandé y de repente nos llamaron», relataba ayer. «Creo que la tenemos». Esas cuatro palabras desataron el júbilo. «Nos dijeron que en media hora o una hora vendrían por aquí, tardaron algo más, casi dos, pero se plantaron con ella».

«En mi color favorito»

Nada más bajar del autobús, la joven se apresuró al interior del local que regenta su madre. Bajo la tele y una bandera de Asturias, enchufada porque apareció sin batería, la silla. «Intacta», incluida, reía la madre entre lágrimas, «la marca de un caramelo que se comió». Tampoco faltaba la Santina, que Santa, muy devota, colgó de la silla para que protegiera a su hija, y a la que se encomendó cuando el vehículo desapareció. «¡Mamá, no mires pa' mi, que te vas a poner a llorar!», decía la joven. Imposible no hacerlo. Entre sollozos, madre e hija celebraron el hallazgo.

Como explicó Yaiza, la silla la fabricó la tienda de ortopedia Mundo Abuelo «a mi medida y en mi color favorito», morado. «Añadieron todos sus gustos», puntualizó la madre. Eso la hacía inconfundible. Santa estaba convencida de que aparecería, «de que aún hay gente buena». «¡Yo no! Yo estaba en plan: no va a aparecer, no va a aparecer», se apresuró a corregir Yaiza, revelando su carácter. Su hermana Desiré, de 24 años, iba perdiendo la esperanza a medida que pasaban los días. «Creo que quien la cogiera se dio cuenta del daño que hacía o de las consecuencias que podía tener y le dio miedo», reflexionaba. «Fue un disgusto enorme cuando vimos que no estaba».

Yaiza se enteró de que habían recuperado la silla mientras aún estaba en el instituto: no se le escapa una y vio que su hermana había cambiado el estado de WhatsApp. «Sentí alegría y alivio», reconoció. Eso no quita para que se pregunten qué ha podido ocurrir, algo que aún investiga la Policía Nacional. «No entiendo que hayan llegado a hacer esto, comprendería que me quieran hacer daño a mi, pero no a mis hijas», lamentaba Santa, que reconocía: «Me he sentido muy impotente al ver que no podía hacer nada». Sin embargo, añadía, «también creo que he demostrado a mis hijas que puedo con cualquier cosa, aunque me de vergüenza». La familia está «muy agradecida» a «todos los que nos ofrecieron ayuda, que fueron muchos, y a la prensa por volcarse».

Solo la batería puede impedir ahora que Yaiza siga descubriendo sola las calles de Gijón. «Está aprendiéndolas: nos dice que quiere ir a un sitio, le enseñamos el camino y la acompañamos la primera vez». Porque como le 'pica' su madre, «tienes que salir para hacer amigos, echarte un novio, casarte». «Que síiiii, calla», replica ella. Como cualquier adolescente.

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