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P. SUÁREZ
GIJÓN.
Sábado, 8 de febrero 2020, 00:50
«Lorena siempre estaba». Esa es la frase más repetida al preguntar por la mujer asesinada el pasado domingo a manos de su expareja. Sus amigas la describen como una mujer alegre, siempre dispuesta a ayudar a sus amigas y que muy pocas veces contaba ... sus propias preocupaciones, precisamente para no molestar a su entorno. «Había veces que había que preguntarla varias veces qué la pasaba o que te contaba algo cuando ya había pasado», cuentan sus amistades, a las que en estas ocasiones siempre despachaba con un «yo me encargo».
Joven y activa, Lorena Dacuña solía salir de fiesta con amigas o compañeras de trabajo. Para ella, que trabajaba prácticamente de sol a sol, entre la jornada matutina que realizaba en Lavachel y la vespertina limpiando portales para la empresa Brillastur, los fines de semana eran el momento en el que daba rienda suelta a su carácter alegre. En estos días, también guardaba tiempo para su familia, a la cual estaba muy unida. Su hermano y su sobrina eran dos de los pilares fundamentales de su vida. A la niña la tenía como si de una hija se tratase, e intentaba pasar con ella el mayor tiempo posible.
José Manuel Sánchez, a la postre su asesino, entró en su vida en un momento de cierta debilidad tras el fallecimiento de sus padres. Lorena Dacuña vio en él a la persona perfecta para atravesar ese momento complicado, y el camarero y ella se volvieron inseparables. Ese cariño que sentía por él era, según apuntan sus mejores amigas, lo que la llevaba a justificar todas y cada una de sus acciones. Si la llamaba a altas horas de la noche en pleno ataque de celos, Lorena contestaba. Si la acusaba de llevar un vestido «demasiado corto», ella lo disculpaba frente a sus amigas o, directamente, no se lo contaba.
Incluso cuando Sánchez entró en prisión para cumplir una condena de dos años por varias causas pendientes relacionadas con los malos tratos a una pareja anterior, la mujer buscaba la forma de disculparlo. Lorena estaba convencida de que su expareja nunca le haría daño. Al final, el hombre al que ella siempre defendió terminó por quitarle lo que más quería: su propia vida.
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