A. VILLACORTA
GIJÓN.
Domingo, 2 de diciembre 2018, 03:01
«Buenos días, doña Paz». «Estás guapísima». «Hasta luego, alcaldesa». Pasear las calles de Gijón con la que fue su regidora durante doce años es un continuo saludar a gentes que Paz Fernández Felgueroso (nacida en San Sebastián en 1937 y emigrada a Cuba) ... no recuerda haber visto en su vida, pero que la tratan como si la conociesen de siempre. Y eso que, cuando dejó la Alcaldía, «tenía cierto recelo a que hubiese personas a las que no les hubiese gustado lo que había hecho o que se hubiesen sentido ofendidas por alguna cuestión», pero en estos siete años alejada del bastón de mando no ha recibido «más que afecto». Son los frutos de tres mandatos en los que se convirtió en la mujer más popular de una ciudad que ama y que está disfrutando a tiempo completo cuando no viaja como presidenta del Consejo de Comunidades Asturianas o simplemente por placer, su único vicio confesable. Cuando se fue, tomó una decisión: «No hablar de la ciudad desde una perspectiva política». Y, como mujer de palabra que es, sigue cumpliendo.
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-No lo sé. Me llevé un gran disgusto.
-Sí, sí (Ríe).
-Son complementarias. Una es una ciudad administrativa, la otra industrial. Una elitista, la otra más permeable entre capas sociales. Me parece más habitable Gijón. El no tener mar, el no ser una ciudad abierta, el no tener mezcla sociológica... De todas formas, Oviedo ha cambiado mucho y también es bonita.
-Las primarias suponen que la gente muestra sus preferencias por una o por otra persona. Eso crea cierta tensión. Lo he visto en Podemos, en IU, en el PP... Pero lo democrático es que, cuando las primarias terminan, uno acepta la decisión que ha tomado la mayoría y se pone detrás de la persona que la mayoría ha elegido.
- Ana González no era mi candidata, no. Pero ahora estoy detrás de ella a fondo. Y, además, la valoro mucho como persona preparada y con fuerza y ánimo para gestionar esta ciudad. La veo de alcaldesa, aunque lo tendrá más difícil que yo. Yo lo tuve mucho más fácil porque la gente se aglutinaba más en torno a dos partidos. Ahora hay más opciones. Y un voto muy cambiante.
-Ha hecho un gran trabajo, pero en la oposición no tienes la oportunidad de que se te vea tanto. Quien está en el gobierno ocupa un gran espacio.
-No. Por respeto institucional.
-(Ríe) Antes era fácil decirlo. Ahora ya no me pronuncio. Que se pronuncie la gente.
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-La situación nunca va a ser igual que antes, pero Asturias a los socialistas siempre nos ha dado mucho voto de confianza y yo espero que lo sigamos teniendo tanto en el Gobierno regional como en el local.
-Le quiero mucho. Y, además, me parece una persona muy preparada, que transmite muy bien y que conoce la ciudad. Estuvo conmigo doce años y para mí fue un concejal clave. En el grupo me tomaban el pelo diciéndome: «Es tu preferido. A él nunca le riñes y a los demás sí». Y, probablemente, era un poco verdad (Ríe). Lo que pasa es que tiene todo el derecho de decir: «Llevo mucho tiempo aquí y quiero cambiar». Es como yo. Yo no estaba cansada, pero entendí que había que renovar porque, si no, la gente cree que te atas al sillón. Ser alcaldesa de tu ciudad es un honor tan enorme que no lo olvidas nunca, pero yo, cuando corto una etapa, corto.
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-Estoy en el patronato del Museo de la Emigración, en el Rotary Club, en Les Comadres, en una asociación de apoyo a Laboral Centro de Arte...
-Su directora está haciendo un gran trabajo para ponerlo al día, pero pasó un mal momento con la crisis, cuando bajaron las subvenciones. Tenía una deuda grandísima y una parte del presupuesto va para pagarla. Es un centro muy especial y no es fácil para mucha gente ir a verlo. Y es verdad que no está en su mejor momento, pero yo creo que saldrá adelante.
-Seguramente me podría arrepentir de algunas cosas o de muchas. Me marché con un clavo, que fue el plan urbanístico, que se anuló en Gijón y en muchas ciudades. Quizá sea una buena idea que un plan no se anule porque haya un defecto en una zona concreta. Que se anule solo en esa zona. Porque, además, las dos veces que nos lo anularon fue por temas formales que hicieron que la ciudad estuviese perjudicada, sin plan general. Me marché con ese amargor.
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-Al menos, se hizo la tunelación durante mi mandato. A mí me parece que, cuando lo suscribimos con el ministro del PP, el metrotrén y el levantamiento de la barrera ferroviaria fue un acuerdo de interés. En primer lugar, porque la barrera ferroviaria era un clamor de la ciudadanía de Gijón. Me parece muy importante que se avance en esa cuestión, pero especialmente que se avance en el que Cercanías entre hasta Cabueñes. A esa zona de Gijón se desplazan cada día miles personas, una barbaridad. Algunas que vienen desde Oviedo y desde otras partes de Asturias. Porque hay quien dice: «¿Un metro? ¡Pero si esto es muy pequeño!». Pero no es un metro para Gijón. Es un metro para unir Gijón con las Cuencas, Oviedo, Avilés... Va a ser una cuestión muy beneficiosa para la ciudad. Ahora que se habla tanto de la contaminación, tienes que dar alternativas para que la gente no coja el coche.
-Sí, pero mucho menos que en otras ciudades. Y, por otra parte, hay barrios que la sufren mucho más, que son los barrios cerca de las industrias. Porque Gijón es mucho más que el centro y mucho más que Somió. En las zonas industriales, comprendo que tengan preocupación y que exijan que las medidas correctoras sean una realidad.
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-Ahora hay carbón y en mi época también apareció. La información era que venía del 'Castillo de Salas'. Ahora desconozco las comprobaciones que están haciendo. La playa de Gijón es una playa absolutamente cambiante. Yo en su momento me negué a que se incorporase arena que no coincidiese exactamente con la que había. A San Lorenzo no le puedes meter arena que no sea exactamente igual porque la estropeas. Es la joya de Gijón y todos los esfuerzos que se hagan por ella serán pocos. A mí me preocupa más la contaminación porque no esté funcionando la depuradora todavía que el carbón, porque el carbón suele venir por el invierno y desaparece.
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