O. ESTEBAN
GIJÓN.
Jueves, 2 de enero 2020, 01:28
Hace medio año anunciaron a familiares y amigos que se casaban. Todo alegría hasta aquí. ¿Será en primavera? ¿En verano? ¿A principios de otoño? No. La fecha elegida era el 31 de diciembre de 2019. A la mayoría les sonó raro. Pero los novios ... lo tenían claro. Elena López y Alejandro Robles no querían hacer «lo mismo que todo el mundo». Querían algo distinto. Y sin duda alguna lo consiguieron. «Nos parecía una forma muy divertida de juntar a la familia y amigos», cuenta Elena, recuperándose aún en la primera tarde de este nuevo año de la inolvidable Nochevieja que ha protagonizado junto a su ya marido.
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Encontrar el lugar para la celebración «no fue fácil», reconoce la novia. «En algunos sitios directamente no admitían bodas en esa fecha, o te subían el precio por ser Nochevieja». Pero finalmente dieron con el Somió Park y ayer se mostraban encantados con el resultado. Quizás porque el establecimiento tiene cierta experiencia en celebrar bodas en un día tan señalado. La de Elena y Alejandro no fue la primer boda de Nochevieja que tenía lugar allí. La fiesta comenzó a las cinco de la tarde, con una ceremonia civil que incluso pudieron celebrar al aire libre. A partir de ahí, un no parar hasta bien entrada la madrugada. Cocktail, farolillos tailandeses y deliciosa cena a base de crema de nécoras, merluza, sorbete de mandarina, lingote de lechal y un «buenísimo» coulant de chocolate. Muchas risas y mucha diversión. Y, por supuesto, uvas, cotillón y baile. Junto a Elena y Alejandro, sus familias y sus amigos más allegados. En total, unos setenta invitados que han tenido oportunidad de despedir el año de una forma de lo más original. «En lugar de comer las uvas en el salón de tu casa, lo hicimos en los salones del Somió Park, con un montón de gente. Fue muy divertido», asegura Elena. Valió la pena «estar menos concentrada» en las campanadas e incluso admitir haberlas comido «antes de tiempo». No hay superstición posible que pueda con la imagen de tomar las uvas vestida de novia.
A esas alturas de la noche ya nadie ponía pegas a la elección de la fecha. A quienes al principio les pareció de los más «raro» asistir a una boda el día 31 de diciembre ya estaban convencidos de que había sido «una idea genial». «Es que fue muy guay, muy divertido, distinto», dice la novia, feliz.
Y ¿con quién vieron las doce campanadas todos los invitados? «Había que ver el vestido del año, el de la Pedroche», ríe Elena, olvidando quizás que el único vestido protagonista en ese día era el suyo, el de la novia. En cualquier caso, todo son buenos recuerdos de una boda más que original y el suyo será un aniversario que no olvidará nadie.
Mientras, la pareja se recupera de la fiesta antes de emprender en unos pocos días su viaje de novios, un deseado crucero que les llevará por el Caribe.
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