CLAUDIA ROJAS
GIJÓN.
Viernes, 29 de enero 2021, 00:32
Un antifaz con una nariz picuda de 15 centímetros, un abrigo recubierto de cera aromática, gafas, sombrero y una vara para tocar a los enfermos. Esta era la vestimenta de los médicos cuando una pandemia, aparentemente imparable, llegó a Europa en el siglo XIV. ... La peste negra acabó con cientos de millones de personas. Algo que hace un año era algo ajeno a muchos, pero que se ha convertido en el día a día de los sanitarios, vestidos con EPI para frenar la nueva pandemia.
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Quién sabe si en los próximos siglos la población use para disfrazarse una mascarilla FPP2 al igual que ahora se podría utilizar ese antifaz de nariz picuda. Lo que sí se sabe es que este año Gijón se ha quedado sin antroxu.No habrá caretas, plumas, volantes, maquillaje y música... Este año el antroxu quedará diluido por la pandemia. Una crisis sanitaria que en lo económico también pasa factura, sobre todo, asegura el sector, a quienes se dedican al espectáculo, a las fiestas, al carnaval.
«Todo el mundo habla de la hostelería, pero los que peor estamos somos los que vivimos de los eventos», asegura Yolanda González, propietaria de la tienda a la que da nombre y que está repleta de colores y disfraces. Lleva 27 años regentando su negocio gijonés e insta a la gente a que «acuda disfrazado ese día a su trabajo o a hacer la compra», para no perder la ilusión.
Yolanda González explica que ve la situación «nefasta», en la que las ganancias son «cero sobre cero». En su tienda de vestuario han decidido hacer un descuento del 50% en los trajes de carnaval en liquidación. «Los disfraces que tenemos son los que nos han quedado del año pasado. Este año solo los vendemos, no nos merece la pena alquilarlos». En este establecimiento se venden todo tipo de vestimentas, para teatro, orquestas, desfiles y hasta para bodas, «de todo menos ropa de calle», destaca Yolanda, que abre su tienda día tras día «para ver qué pasa».
En la tienda de disfraces Gamar, María del Mar Parenta, cuenta su deseo de deshacerse de los disfraces y centrarse más «en lo regional», ya que, en la actualidad, la juventud no busca calidad, sino que se mueve por los costes bajos, por lo que «compran por internet o en los bazares chinos». Con 45 años a bordo de su local, es el primer año que se queda en casa en estas fechas, «tengo el teléfono desviado, solo acudo a la tienda cuando me lo solicitan para algún pedido».
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El panorama no es diferente en la juguetería Peláez, donde cada año «vendemos menos para carnaval, porque los tiempos cambian y, ahora, se piden disfraces más específicos». La pandemia hace que estos solo tengan abierto uno de sus dos locales, y no hayan repuesto disfraces nuevos.
En Hiper Asia, en la avenida de Argentina, no describen la situación de manera diferente a la contada por los otros negocios. «En nuestra tienda el problema no cambia. No tenemos productos de carnaval nuevos, son los que nos quedaron del año anterior. Estamos vendiendo poco, solo para niños que igual se disfrazan en sus casas». Eso sí, estos muestran esperanza en las vacunas, ya que este año «hemos perdido ventas».
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