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RAFAEL SUÁREZ-MUÑIZ
Lunes, 6 de marzo 2023, 00:14
En perfecto estado de revista nos muestra Álvaro Armada Barcaiztegui la capilla de Nuestra Señora de Peñafrancia (Deva). Esta capilla señorial, bajo la cual se halla el Güeyu de Deva y el nacimiento del río Peñafrancia, se le permitió construir el 5 de julio de 1689 a Luis Ramírez Valdés, prior de la catedral de Oviedo y abad de Cenero. Su inauguración tuvo lugar el 1 de septiembre de 1691 y el actual conde de Revillagigedo la terminó de restaurar en 2006.
En alzado presenta tres alturas, ya que la capilla tiene la singularidad de levantarse sobre un pedrero natural dispuesto cual graderío, por lo que toma base siguiendo tres cotas distintas. Así se efectuó la forma de desaguar la escorrentía y la lluvia por un orificio lateral. Este perfil escalonado también se refleja en el interior de la capilla y estos desniveles se salvan con peldaños de piedra; por tanto, los techos de cada sector también escalan.
Uno de los elementos más impresionantes es el techo de bóveda baída sobre pechinas con las cruces de las órdenes de caballería (Calatrava, Santiago, Alcántara y Montesa), está decorado con flores y con una cruz de los ángeles en el centro, rodeada de cabezas de ángeles con alas, que se considera la primera representada junto con la de la catedral de Oviedo. Lo rodea una cenefa con la siguiente oración: «Haec est domus domini firmiter aedificata bane fundata et supra firmam petram».
El crucero comenzó a ser el panteón familiar desde 1889 y allí yacen los restos de Álvaro Armada Valdés y Manuela de la Paciencia Fernández de Córdoba, V marqués de San Esteban y V condesa de Revillagigedo. En las paredes del crucero cuelgan cuatro cuadros barrocos de carácter religioso y otro de un caballero, los antiguos escudos de bronce con las armas de los Armada y los Güemes que estaban en el portón principal de la finca, y hay dos columbarios. En el centro del crucero se hallan las tumbas de los matrimonios formados por Álvaro Armada Fernández de Córdoba y Rafaela de los Ríos Enríquez, y su hijo casado con Concepción Ulloa.
Las paredes están policromadas con murales al fresco que se asemejan sin rubor a los de algunos templos prerrománicos. La nave popular está recorrida por un llamativo arrimadero y bajo el coro cuelgan dos cuadros (uno de la crucifixión) y dos restos de cruceiros gallegos; este coro se remata con una corona condal. En el ángulo superior izquierdo de la cabecera se conserva un grupo de estrellas, pero la verdadera joya es la representación de un señor y de un ángel tocando el violín en la pilastra derecha del altar. Encima del acceso a la sacristía se conserva un fresco de Isaías que data del siglo XVIII, el cual porta una tabla ovoidal con una cita de su capítulo 53: «Et dolores nostros ipse portavit».
Desde el porche, una portilla da acceso a un mirador sobre el río Peñafrancia orlado por añosos robles. Este enclave se llama El Pedroco, ya que el santuario se yergue sobre un pedrero fluvial perfectamente fallado y estratificado. Como señala el conde de Revillagigedo, «se pueden ver tres perforaciones por donde introdujeron cartuchos de pólvora en el siglo XVII para sacar piedra y hacer la capilla». Debajo de esta hay una hectométrica gruta en la que se han llevado a cabo incursiones espeleológicas. A día de hoy sigue siendo privada, pero se abre al público cada año, el 8 de septiembre, día en que se hace la solemne procesión de la talla conmemorando la festividad de Nuestra Señora de Peñafrancia.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras (gráficos)
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