Por la izquierda, los guardias Juan Carlos y Benjamín y el sargento primero Plácico Pérez, con el robot de desactivación. FOTOS: A. GARCÍA / J. PAÑEDA

Del terrorismo a las granadas olvidadas

Los Tedax de la Guardia Civil. La unidad de desactivación de explosivos se puso en marcha en 1982 con motivo del Mundial de Fútbol. Hace 80 salidas al año, la mayoría por viejos proyectiles

OLAYA SUÁREZ

Domingo, 30 de mayo 2021, 16:40

Están 24 horas de guardia, los 365 días del año y preparados para intervenir de forma inmediata en cualquier momento. Eso sí, la calma es una de sus principales virtudes y lo que define a los efectivos del Tedax. Porque las prisas son malas consejeras. ... Y, sobre todo, cuando se trata de desactivar explosivos. «Lo que es básico en esta unidad es saber trabajar bajo presión, tomar decisiones y hacer movimientos en frío...», señala el sargento primero Plácido Pérez, el jefe del grupo de la Comandancia de la Guardia Civil de Gijón que se encarga de todo lo relacionado con los artefactos, ya sean terroristas o antiguos, principalmente de la guerra civil.

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Atentados en 2004

Dejados atrás los años de plomo en los que se tuvieron que enfrentar a atentados de ETA y los Grapo, los últimos en Llanes, Ribadesella y Gijón en 2004, en la actualidad lo que más trabajo les da son los proyectiles de la contienda española, que siguen aflorando cada poco. «Tenemos una media de 80 salidas al año de ese tipo, en su mayoría granadas de mano que aparecen al hacer reformas en viviendas antiguas (las guardaban en las paredes y los tejados) y también de proyectiles de aviación que se encuentran bajo tierra y aparecen al excavar para hacer obras», señala el jefe de los Tedax (técnico especialista en desactivación de artefactos explosivos).

Al contrario de lo que pudiera parecer, el paso del tiempo contribuye a hacer incluso más peligrosa la munición. «Con el tiempo la carga se estropea y también los mecanismos de seguridad, por lo que no hay que manipularlo nunca», afirma Juan Carlos, el más veterano de la unidad. «En cuanto se detecte algo hay que perimetrar la zona y llamarnos, no intentar cogerlo. No es raro que explote y pueda causar algún problema. Hubo un caso hace años de un señor que sufrió una amputación de los dedos de una mano precisamente por eso», ilustra.

Bomba pescada de 250 kilos

Uno de los trabajos más complicados desde que se crease la unidad en 1982 -con motivo de los partidos del Mundial de Fútbol celebrados en Asturias- fue la desactivación de una bomba de 250 kilos que una embarcación de pesca recogió involuntariamente con sus redes mientras faenaba. Ocurrió en 2004 y el barco en cuestión llevó la singular 'pesca' al puerto de Avilés.

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Fue el artefacto de mayor volumen que han detonado. Ese trabajo lo hacen habitualmente en los terrenos del Cabo Noval, adonde lo trasladan en medio de un exhaustivo protocolo para garantizar la seguridad.

Una de las ayudas técnicas con las que trabajaban es la del robot que hace las veces de tacto y vista. Pueden manejarlo desde una distancia de 600 metros y desde dentro de la furgoneta en la que transportan el material. En los casos en los que no se puede emplear el robot, es uno de los tédax el que hace la desactivación manual, con un traje especial que pesa unos 50 kilos. «Nunca te puedes confiar porque trabajas con un riesgo altísimo», dicen. Los que sí confían en ellos son los que tienen alrededor, los que saben que sus manos salvan vidas.

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