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La caída de parte de un muro de la antigua fábrica de Cordelería Baras, en El Cerillero, ha causado temor e indignación entre los vecinos de la zona y en la comunidad educativa del Colegio Público Miguel de Cervantes. Y es que el derrumbe tuvo lugar precisamente junto un callejón que da acceso al centro escolar. «No es la primera vez que ocurre. ¿A qué estamos esperando, a que ocurra una desgracia con algún crío del colegio?», denuncia Beatriz B. Tampoco oculta su preocupación el director del centro, Yago Aguirre. «Viendo el estado del edificio, es un problema para cualquier que circule por esa zona. Es peligroso, y sobre todo si ocurriera al inicio o al final de la jornada lectiva, que es cuando más tránsito hay por ahí».
Tras este incidente, Aguirre, añade que en el colegio «preocupa una de las paredes que limita con la zona de la pista de baloncesto», por lo que avanza que «acotaremos ese espacio en los recreos por prevención». Sobre los terrenos que ocupa la antigua fábrica está prevista la construcción de dos bloques residenciales, de diez pisos cada una y con capacidad para casi un centenar de viviendas. Sus promotores, Promociones Caicoya y El Sol Grupo Inmobiliario, ya han obtenido el permiso de demolición y solo están a la espera de una autorización especial para la retirada de residuos con amianto, si bien confían en poder iniciar el derribo a lo largo de la próxima semana.
La factoría empezó a levantarse en 1922 y está ligada a la propia historia del Miguel de Cervantes, para cuya construcción cedió gratuitamente al Ayuntamiento, en 1975, 6.619 metros cuadrados de terreno. Cerrada desde finales de los años 80, su derribo supondrá la desaparición de uno de los últimos vestigios fabriles de la zona y una importante mejora urbana del entorno. La operación, de hecho, incluye la cesión de 2.000 metros cuadrados para ampliación de los terrenos del colegio, que además con al urbanización y los nuevos espacios libres previstos en la zona verá también mejorados sus accesos. Su director manifiesta su deseo de que en el derribo de la fábrica «se respeten los árboles que hay, porque estamos en una de las zonas más contaminadas de Gijón y toda ayuda es buena».
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