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LAURA CASTAÑÓN
Domingo, 21 de enero 2024, 00:29
Hay una alegría de vivir que no se sabe bien de qué remotos genes o de qué experiencias de los primeros años, o de qué conjunción de planetas proviene, pero termina por definir a una persona. A Sonia Camblor, la sonrisa se le tuvo que ... instalar en algún momento de la infancia más lejana y no la ha abandonado, hasta el punto de que es esa alegría sonriente y el brillo imperturbable en la mirada lo que constituye sus señas de identidad.
Fuera en Blimea, donde nació en 1970, o en la ciudad de Gijón que la acogió a los seis años con la incorporación de su padre como trabajador de Ensidesa, Sonia aprendió algunas lecciones que serían fundamentales en su vida: la decisión, la voluntad, el entusiasmo. Y todo eso pervive sin ningún tipo de fisura en el rostro que ilumina su taxi cada día y se transforma en la sonrisa con que acoge viajeros e historias, en la eficacia con que traslada ilusiones, esperanzas y temores en el asiento de atrás, en el confiado optimismo que regala de serie con cada servicio.
Y no es que esa excelencia que persigue incansable y que es el eje de su trabajo tuviera ya desde siempre el destino de un taxi. Nunca se le había ocurrido en aquellos días de rodillas despellejadas en que lo mismo jugaba a fútbol o se lanzaba a una piscina sin saber nadar, en franca competición de trastadas con su hermano menor que aún la superaba. Fue después, con el título de Graduado Social y un poco cansada de la inestabilidad laboral que suponían sus opciones profesionales, cuando tuvo la ocurrencia de presentarse a una convocatoria para conducir taxis, y ya son más de veinte años de conocer de memoria las calles de la ciudad y sus secretos, de intuir preocupaciones o alegrías en los viajeros, de compartir con los compañeros las dificultades y el modo de solventarlas, de formar un tándem indestructible, cómplice y feliz con su marido que también estuvo ligado al taxi durante muchos años, de dotar de auténtico contenido a la palabra sinergia, y sobre todo de sentirse parte de un todo, el de ese colectivo que constituye el primer frente con el que se encuentran los que llegan a nuestra ciudad, y de quienes depende esa primera impresión que Sonia Camblor está empeñada en que sea positiva porque eso es bueno para todos.
Si antes el suyo había sido el primer taxi en tener wifi gratuita, y el único de España en obtener el Sello de Movilidad Segura, recientemente ha recibido el premio Gijón Impulsa por su trabajo analizando los flujos de tráfico del sector, la necesaria reordenación y la flexibilidad en las paradas. Consciente de que forma parte de un todo, reivindica que el premio es para todo el sector que se esfuerza en hacer bien las cosas. A ella conducir le relaja y las horas sentada al volante le dan para imaginar iniciativas, para pergeñar proyectos, para no ceder ni un milímetro a la tentación del aburrimiento. Porque, cómo va a aburrirse alguien que con la lectura del periódico a diario pone en marcha un bullicio de ideas en su cabeza, de posibilidades, de iniciativas, y no solo eso, sino que consigue involucrar, entusiasmar a sus compañeras para cualquier asunto que va de la solidaridad con sus propias campañas, a la búsqueda de la excelencia profesional, pasando por aventuras que ella cataloga de tan locas como representaciones teatrales, un libro de fotos para la memoria, o la conducción con motivo del premio a Scorsese de un taxi neoyorquino por Asturias...
Nada se le pone por delante a esta mujer de rostro amable y feliz, de ojos de claridad atmosférica, y sonrisa permanente, que un día se atrevió a pedirle un autógrafo no a un torero o un cantante, sino a Margarita Salas, quizá porque fue capaz de ver en ella la frase que su madre le ha repetido hasta convertirla en mantra de su existencia: «Si lo ves claro, hazlo».
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