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M. F. ANTUÑA
gijón.
Sábado, 16 de mayo 2020, 00:37
La Semana Negra vuelve a hacer la mudanza. Y van 14. Esta vez obligada por un virus, de nombre muy poco literario pero con su propia corona criminal, se instalará en el Centro de Cultura Antiguo Instituto, un escenario elegido por inspiración y ... en homenaje a Luis Sepúlveda, primer positivo de coronavirus en Asturias y fallecido por esta enfermedad hace un mes, que llegó a Gijón para participar en el certamen literario y acabó montando uno propio, el Salón del Libro Iberoamericano, en ese mismo lugar.
Nada será igual en la edición 33. Pero será. De eso se trata: de ser, de estar, de no claudicar. «Esto es un mensaje», no se cansa de decir Ángel de la Calle, director de contenidos de la Semana Negra, que repite como un mantra que no hay virus capaz de frenar a la literatura. Y la Semana Negra se celebrará con toda seguridad, porque aún el escenario más negro, con rebrotes o retrocesos que impidan la cita real, se hará en formato virtual al completo.
El patio del Centro de Cultura Antiguo Instituto se transformará en la Carpa del Encuentro, en el habitual escenario central. Habrá más espacios para las charlas y para las exposiciones, y habrá una plataforma 'online' dispuesta a multiplicar las palabras que en las salas solo podrá escuchar un reducido aforo. Aún no se sabe cuántos, pero sí que tendrán que hacerse con sus entradas, que serán gratuitas, 'online'. Todo dependerá de lo que las autoridades sanitarias permitan, porque todo está determinado por ese mandato y todo se regará con abundantes dosis de hidrogel, mascarillas y rigurosos controles de entrada y salida para mantener las distancias de seguridad.
No habrá, obvio es, presencia real de autores internacionales, que no pueden viajar a España dadas las circunstancias. Pero en ese momento sí estará permitida ya la movilidad entre provincias y los españoles están ansiosos participar. Todos quieren estar, ser protagonistas de ese ejercicio de resistencia que plantea esta extraña edición, en la que la feria del libro se ubicará en la calle de Tomás y Valiente, con estands adaptados a las circunstancias sanitarias, que serán menos. Los últimos años eran treinta; en esta edición se reducen a veinte. Pero sí habrá, si la autoridad no lo impide, firmas de libros también con cierto distanciamiento.
Esos autores que firmarán y hablarán de literatura no podrán llegar a Gijón en el Tren Negro. No niega Ángel de la Calle que les duele especialmente tener que renunciar a ese elemento de identidad tan característico, pero ni es viable llenar un vagón con diez autores ni tiene sentido hacerlo para que nadie pueda ir a darles la bienvenida a la estación. Sí habrá, eso se mantiene, 'A Quemarropa'. «Nuestra vocación es ser un festival de masas, pero vamos a adaptarnos a las circunstancias, la Semana Negra es la vanguardia de la literatura mundial y va a seguir siéndolo», apunta De la Calle.
Quienes este año no tendrán cabida son los niños. No habrá actividad para ellos en un espacio que abrirá presumiblemente sus puertas a las seis de la tarde para cerrarlas a las diez de la noche y prolongar su duración en caso de conciertos en directo o la velada poética, que se mantiene, con el director del Cervantes, Luis García Montero, al frente.
Se trabaja en una exposición homenaje a José Luis Morilla, fotógrafo durante un cuarto de siglo del certamen y fallecido este año, y en otra sobre el cómic anarquista, que ocupará la sala de la planta baja del CCAI. Se mantienen, igualmente, los premios literarios y el 70% de todo lo que suceda en esos días de julio en Gijón va a estar en la red.
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