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LAURA MAYORDOMO
GIJÓN.
Domingo, 22 de diciembre 2019, 02:24
Fue su madre la que, investigando, dio con la Fundación Canem y su proyecto de adiestramiento de perros de alerta médica. La excusa perfecta para conseguir lo que Paula Castaño Rodríguez, gijonesa de 19 años que 'debutó' como diabética a los siete, ... había soñado desde niña: tener perro. Pero 'Fibi' es mucho más que una mascota. Esta cachorra de jack russell terrier, «cariñosa y juguetona», es un auténtico seguro de vida para la joven.
La perra detecta las subidas y bajadas de azúcar de Paula veinte minutos antes de que se produzcan. Cuando eso ocurre, y puede ocurrir varias veces a lo largo del día y la noche- «me ladra como una loca». Ese ladrido de alerta es «distinto, más intenso», cuenta Paula.
La llegada de 'Fibi' a su casa, el pasado mes de febrero, le ha permitido gozar de «mayor libertad» y una indudable tranquilidad. Porque si bien por el día es ella quien está pendiente de controlar su nivel de glucemia en sangre -lleva un parche en el brazo con el que obtiene la información pasando por él un pequeño dispositivo electrónico-, por las noches ya no necesita ponerse tantas veces el despertador para comprobar su estado. Ahora, esa función la realiza 'Fibi'. «Me ayuda mucho, sobre todo por las noches. Alivia bastante saber que está ahí», confiesa Paula Castaño, mientras acaricia la cabeza de la cachorra.
«Tiene mucho carácter, pero hace muy bien su trabajo» y eso tiene su recompensa. Cada vez que la perra 'marca' a Paula, ésta le da pienso. «Solo come si trabaja, es así». Por las noches, el alimento lleva también alguna que otra 'chuche' canina para redoblar el premio y que el animal sepa que es en esas horas cuando su labor es aún más determinante. Con todo, «mi madre sigue levantándose alguna que otra noche a controlarme», ríe Paula.
La joven y su fiel acompañante apenas se separan unas horas al día. Las que Paula pasa por las mañanas en Oviedo, donde cursa un grado superior en mediación comunicativa. «Empecé este curso. Estudio lengua de signos y braille. Está enfocado a trabajar con personas con autismo, discapacidad intelectual... Me encanta». Por lo demás, la jack russell la acompaña a todas partes. Y dice, nunca ha tenido problemas para entrar con ella en locales públicos.
«Solo una vez una señora le protestó a la camarera de una cafetería porque yo estuviera con 'Fibi' allí. Cuando la chica vino a comentármelo, le expliqué que era un perro de asistencia médica y lo entendió». Por si acaso, 'Fibi' suele lucir el peto de color malva de la Fundación Canem y Paula llevar encima los papeles que identifican a su cachorra como uno de los perros adiestrados por esta entidad sin ánimo de lucro que, además de para personas con diabetes tipo 1, prepara animales capaces de detectar una crisis de desconexión sensorial en personas con epilepsia. De todas las edades.
Desde que Paula Castaño solicitó un perro de alerta médica hasta que le entregaron a 'Fibi' transcurrió cerca de un año, pero los periodos de entrega pueden variar porque no se rigen por un orden estricto de llegada de solicitudes sino «por idoneidad. Se buscan las personas que mejor encajan para cada perro con el que trabajamos», explica Lidia Nicuesa, psicopedagoga de la Fundación Canem.
«En el caso de Paula, por su estilo de vida, teníamos claro que teníamos que entregarle un perro muy activo, que le siguiera el ritmo». Y 'Fibi' lo hace sobradamente. «Cuando salgo a montar a caballo, viene todo el tiempo pegada a mí», cuenta divertida su dueña.
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