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Bóveda del ábside de la basílica gijonesa del Sagrado Corazón, la 'Iglesiona'. GERMÁN YAGÜE
Los secretos de la Iglesiona
Gijón

Los secretos de la Iglesiona

La filóloga Ana Menéndez Prieto revela esta tarde singularidades de la basílica gijonesa como un autorretrato oculto en un fresco o el gran valor de su enrejado modernista

Leticia González

Jueves, 10 de abril 2025, 19:02

Para pintar los techos se había pensado en los artistas asturianos Álvarez Sala y Martínez Abades. Sin embargo, sus muertes prematuras obligaron a trazar un plan b. Fue entonces cuando Johannes Meltzer, que estaba trabajando en el órgano, recomendó a los hermanos Inmenkamp, con quienes había coincidido en Alemania». Así lo relata la filóloga Ana Menéndez Prieto, quien dará una conferencia este jueves, a las 20.15 horas, en el salón de actos de la Iglesiona para desvelar toda suerte de secretos de la única basílica gijonesa. «Como curiosidad, señalar que uno de los hermanos firmó las pinturas del techo con su nombre; mientras el otro se retrató a sí mismo», revela.

Esta especialista, ya jubilada, colabora habitualmente con las actividades organizadas en el Sagrado Corazón de Jesús. Fue profesora, directora e, incluso, inspectora del ámbito educativo, una de las voces más autorizadas en la materia y aún en activo por su vocación pedagógica.

Durante el encuentro de esta tarde se proyectará una colección fotográfica firmada por el organista del templo, Germán Yagüe. «Se trata de un recorrido por las cuatro bóvedas muy visual y didáctico que posibilita la captura de aquellos detalles imperceptibles al ojo humano», explicó a EL COMERCIO.

Menéndez adelanta con gran entusiasmo cómo la basílica, declarada como tal por el Papa Juan Pablo II, «es, de todos los templos levantados en la ciudad, el único que se conserva tal y como fue trazado en origen, pues al haber albergado diferentes usos civiles no sufrió los ataques que afectaron a la práctica totalidad de nuestro patrimonio».

Uno de los frescos del techo de la Iglesiona. Debajo, valioso enrejado de su pórtico. Y sobre estas líneas, la ponente de la charla del jueves, Ana Menéndez Prieto.
Imagen principal - Uno de los frescos del techo de la Iglesiona. Debajo, valioso enrejado de su pórtico. Y sobre estas líneas, la ponente de la charla del jueves, Ana Menéndez Prieto.
Imagen secundaria 1 - Uno de los frescos del techo de la Iglesiona. Debajo, valioso enrejado de su pórtico. Y sobre estas líneas, la ponente de la charla del jueves, Ana Menéndez Prieto.
Imagen secundaria 2 - Uno de los frescos del techo de la Iglesiona. Debajo, valioso enrejado de su pórtico. Y sobre estas líneas, la ponente de la charla del jueves, Ana Menéndez Prieto.

De estilo neogótico y modernista, en su construcción se empleó principalmente piedra de la cantera del monte Naranco. Consta de un sola nave con atrio y girola donde se ubica el presbiterio, cuatro bóvedas y una concha absidal. En su fachada, dividida en tres zonas (entrada con arco, vidrieras que iluminan el coro y monumento de 7,75 metros de altura al Sagrado Corazón), destaca la rejería modernista de hierro con motor original. Al respecto de esta pieza, señaló la experta: «La cortina de cierre es una joya poco valorada». Forjada en Asturias, se trata de una copia exacta de la que el arquitecto Rubió i Bellver realizó para uno de los edificios icónicos de Barcelona: la Casa Roviralta. «Para su diseño, Alsina i Bonafont le pidió al anterior que le enviase varias fotografías del cierre de aquella», aclaró.

Su construcción, encargo de los jesuitas al afamado Joan Rubió i Bellver, discípulo de Gaudí, estuvo capitaneada por Claudí Alsina i Bonafont, maestro de obras y contratista de las mismas.

«Uno de los elementos más peculiares a observar es el ojo de buey de la entrada, un trabajo de rejería firmado por Francisco Tiestos Vidal, metalista de cabecera de Lluís Domènech i Montaner, máximo exponente del modernismo catalán». Sobre este elemento indica sorprendida: «Casi nadie se fija, pues entramos con la vista puesta al fondo, sin percatarnos de su presencia».

La Iglesiona, construida en 1918, sufrió un incendio en 1930, lo que provocó la destrucción de las pinturas laterales, siendo sustituidas por un trampantojo de paneles. «Por esta razón, en lo que debemos fijarnos es en las pinturas de las bóvedas y en la pintura de la cúpula del ábside, además de las maravillosas vidrieras abiertas en sus paredes», observó Menéndez. En la guerra civil, el bando republicano la utilizó como prisión.

Entre sus piezas más valiosas destacan la imagen de La Santina del escultor cangués Gerardo Zaragoza, réplica exacta de la original de Covadonga, donde el artista firmó el famoso Monumento a Don Pelayo en 1964, la valiosa cruz de Blay y el sagrario.

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