Vista aérea de los prados parcelados y sin construir de El Coto; con la cárcel, las casas baratas y el cuartel como equipamientos centrales. 1941
Los secretos de las calles de Gijón

Avelino González Mallada: una calle que ha dado mucha guerra

Los parques no efectuados podrían haber sido el disimulo perfecto para la cárcel y el cuartel de El Coto

Viernes, 31 de mayo 2024, 20:05

La avenida Avelino González Mallada es una de las principales vías de la otrora parcelación rústica de El Coto de San Nicolás. Junto con Pablo Iglesias y General Suárez Valdés: es la calle con más historia e historias por metro lineal de El Coto, sin duda, y también una de las más significativas de toda la urbe.

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También, por qué no decirlo, es la calle cuya denominación debería recibir una buena revisión por eso que han llamado «Ley de Memoria Democrática». Recordemos o indiquemos a quienes no lo conozcan que Avelino González Mallada fue el alcalde anarquista de Gijón durante la Guerra Civil tras formar parte de la Gestora Municipal desde la instauración de la República, un lustro y medio un tanto ajetreadillo, en el que, entre otras cosas, se ordenaron decenas de fusilamientos, detenciones, incautaciones y demoliciones, no solo de iglesias ni de viviendas de las capas altas de la sociedad. A eso lo llamaron «urbanismo revolucionario». Sería bueno que la nueva Corporación analizase si es lícito y procedente mantener esta nomenclatura. Originalmente fue la calle F, pero sobre el abecedario toponímico hablaremos más adelante.

Hoguera de San Juan junto a las casas baratas. Foto: Julio F. Casielles. / Perímetro expedito nada más estrenar la cárcel. / Actos militares en la entrega del cuartel por el Ejército al Ayuntamiento, con el alcalde José Manuel Palacio. 1984. Foto: Julio F. Casielles. Cortesía de Lola Aguado. Ca. 1973. / Postal MN. París. 1911. / Juan Carlos Tuero

Un intento de ciudad jardín

El arquitecto municipal Luis Bellido planteó un gran ajardinamiento de 15.000 m2 entre las calles Avelino González Mallada; Ramón y Cajal; Calderón de la Barca, y Leopoldo Alas. Este gran espacio verde, que se proyectaba para paliar las necesidades en materia vegetal del perímetro intramuros y las nuevas parcelaciones decimonónicas de la primera corona de extrarradio, se hizo con un criterio paisajístico a la inglesa, con parterres orgánicos y alejados de la geometría, con alrededor de 10.000 árboles y arbustos, además de 500 rosales. Incluía un paseo, similar al de El Bombé, con tres hileras de árboles bordeándolo y un quiosco de música.

Se iban a plantar 778 árboles caducos de sombra (tilos, pláganos, plátanos y castaños de Indias); 256 ornamentales tipo magnolias grandiflora, palmeras y cedros, y más de 7.000 arbustivas de toda clase. Los parterres también se bordearían con arriates de flores y se rellenarían con un número indeterminado. Su diámetro debía ser obligatoriamente grueso, de no menos de 20 cm, es decir, unos señores árboles en un parque, por tanto, sin necesidad de esperar para verlo crecer.

Piscina del cuartel de El Coto entre este y las casas baratas, donde hoy está la iglesia. Década de 1950. / Avenida Avelino González Mallada rodeada de parcelas rústicas sin urbanizar. Se ven la cárcel, las casas baratas y el cuartel en el centro de la imagen. / Portada del cuartel flanqueda por torretas de vigía. Archivo de la Fundación Revillagigedo. / Vuelo Americano Serie B. Octubre de 1956. CNIG. / Ca. 1915.

Económicamente se consideró inviable ya que el proyecto del parque alcanzaría un presupuesto de unas 38.000 pesetas y la adquisición de esas fincas a Calixto Alvargonzález y Luis Belaunde subiría a casi 120.000. Es decir, casi 160.000 pesetas en 1901. Inviable por lo exiguo de la cantidad destinada a su realización. En 1906, el nuevo arquitecto municipal Miguel García de la Cruz le confirió un diseño geométrico francés y los costes serían algo menores aunque inalcanzables para las arcas municipales. Sepan ustedes que de estos intentos lo que fraguó 40 años más tarde fue el parque de Isabel la Católica. Es decir, el gran parque urbano de Gijón iba a haber estado en primer lugar en el corazón de El Coto.

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Un espejismo fue lo que supusieron los dos proyectos de grandes parques, ya no de escala barrial sino de escala ciudad, que se proyectaron en los albores del siglo XX. Todo parecía preludiar lo que llegaría unos años después. Esos parques hubieran sido unos perfectos disimulos, cual pantalla, de los dos equipamientos de rechazo más representativos de la historia reciente de Gijón: la cárcel de El Coto y el cuartel de infantería Alfonso XIII.

Casas ilegales

A las perentorias necesidades de vivienda se sumó la promulgación de la Ley de Construcción de Casas Baratas, una tipología de vivienda unifamiliar de calidades y precios estándares pero sufragada con la ayuda de las Administraciones; sus moradores pagaban una renta de 50 pesetas mensuales (30 céntimos de euro) que iba restándose del coste total si ejecutaban la opción a compra 20 años después. En este caso fueron destinadas a alojar a empleados municipales. Los peticionarios se las rifaban con tal de conseguir una de esas viviendas. Durante los bombardeos de la guerra sufrieron muchos daños por estar ubicadas en un lugar tan crítico.

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Que hoy tengamos en pleno centro geográfico de Gijón un desahogo edificatorio con este grupo de 46 viviendas pareadas de dos alturas, de las que 3 son unifamiliares y con ese aire de estilo suizo… 23 casitas en total con jardincillos y huertas, es algo único en Asturias. Eso sí, ojo, cuando se terminaron, en 1929, estaban casi en la segunda corona de extrarradio de Gijón y sin infraestructuras y espacios de ocio cerca. Otra curiosidad más: justo delante de las casas baratas se hacía todos los años la hoguera de San Juan del barrio, porque muchos barrios hacían su propia hoguera y hasta una chocolatada.

Dos secretos. Seguramente, pocos sabrán que la promoción municipal de casas baratas se iba a hacer en el espacio donde estuvo el campo de futbol La Campona, frente a la Inmaculada y la comisaría de Policía Local. Finalmente se hicieron en la parcela municipal situada entre el cuartel y la cárcel de El Coto —donde se iba a hacer el parque— siguiendo un proyecto de Miguel García de la Cruz firmado en 1925. Otro secreto: el Ayuntamiento incumplió la disposición legal de no poder construir cerca de instalaciones militares y penitenciarias.

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Equipamientos de rechazo

En no más de cuatro manzanas se concentraron dos espacios que no iban a gozar del clamor popular. En agosto de 1900, el rey Alfonso XIII, con solo 14 años, vino a colocar la primera piedra de un cuartel que llevaría su nombre, aunque las obras comenzaron en el mes de noviembre y el cuartel no entró en servicio hasta 1911. El proyecto corrió a cargo del ingeniero y teniente coronel Antonio González Irún.

El cuartel de infantería Alfonso XIII acogió al Batallón de Zapadores n.º 8 y sus espesos muros padecieron graves sucesos durante la contienda incivil. Aquí estaban acantonados 180 hombres y participaron en el alzamiento nacional de julio de 1936 que dio lugar al estallido de la guerra, liderados por el teniente coronel de ingenieros Luis Valcárcel López-Epila. Después de la Guerra Civil se reconstruyó y han sido muchos los asturianos que por allí desfilaron para hacer la mili. Sí, la mili se hacía en Gijón, sin falta de salir de la ciudad. Pero, sin ser asturiano, la cara más conocida que ha cumplido el servicio militar obligatorio en El Coto, sin lugar a dudas, fue el cantante Manolo García. ¿Se imaginan que alguna de sus canciones de El Último de la Fila, la haya comenzado aquí, como le sucedió a Antonio Vega en Valencia? Llegada la democracia, el Ejército se lo devolvió a Gijón y se reformó y se convirtió en centro municipal con ambulatorio médico, biblioteca, salón de actos, el Patronato Deportivo e incluso albergó el Conservatorio de Música.

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Lo que nadie sabe es que tenía una de las pocas piscinas que había, ya no en Gijón sino en Asturias, donde se competía y entrenaban los soldados, pero, como indica Janel Cuesta, se hizo un hueco de 25 metros y al rellenarlo con el vaso: la piscina quedó de menor longitud, lo que impidió que fuera reglamentaria. En su lugar se edificó la actual iglesia de San Nicolás de Bari.

Casas baratas destrozadas por los cañonazos del crucero Almirante Cervera. Octubre de 1937. / Cuartel de El Coto destrozado tras la Guerra Civil. Octubre de 1937. / Vista superior del cuartel con las torres de vigilancia y la caseta de las palomas. Década de 1970. Colección del Padre Patac. AMG. / Constantino Suárez. MPA. / Anónima

Cuando cerraron la cárcel de Cimadevilla se llevaron a los presos caminando, en cadena y encadenados, hasta el nuevo centro penitenciario de El Coto unos días antes de la inauguración. Los acompañaban los familiares y también llevaban algunos enseres e incluso muebles y los gatos que habían criado en la de Cimadevilla. Un largo recorrido, pero para unas instalaciones que ganarían infinitamente, frente al hacinamiento vivido en la cárcel del barrio alto. Amigos y familiares lanzaban pelotas de tenis a los presos para comunicarse con ellos o introducirles cualquier otra cosa. ¿Quieren saber otra cosa impactante? El 9 de agosto de 1909, cuando se inauguró, se sirvió un rancho especial a los presos que ya quisiéramos muchos a diario; el menú estaba compuesto de paella con pollo, jamón, ternera, pimientos y marisco; bonito frito de segundo; arroz con leche de postre; media botella de vino; café, y una cajetilla de cigarros y otra de cerillas a cada individuo.

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Sobre la cárcel de El Coto debemos recordar que, como publicamos en la entrega de la avenida de Castilla, el Ayuntamiento barajó propuestas de terrenos particulares, uno era ahí entre el muro de San Lorenzo y el parque Isabel la Católica, en tierras de Calixto Alvargonzález; pero rápidamente este reaccionó y también ofreció las que tenía en El Coto junto a Luis Belaunde aunque en ese terreno se hizo el cuartel. La parcela de la cárcel era del gran promotor de la parcelación de El Coto, Víctor Morán, y el Ayuntamiento la adquirió. De su proyección se encargó nuevamente Miguel García de la Cruz en 1905.

Allí estuvo preso el reputado fotógrafo Constantino Suárez y, como respuesta del destino, su sobrino-nieto, Fran Suárez, posee alguna fotografía de la cárcel de El Coto antes de ser derribada en 1994. Lo único que se conserva es el ornamentado pabellón de acceso. Tenía una capacidad para 100 reclusos y disponía de celdas de mayor tamaño y condiciones para apresados de pago. También era curioso que dentro de su enorme recinto (6.200 m2) cupieran los patios, las celdas para arrestados provisionales, la escuela, los talleres de formación profesional, salas para abogados, un salón de actos y hasta una capilla en el piso superior de la torre con el puesto de vigilancia. En cada esquina había una torreta de vigilancia.

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Al final de la avenida, llegando a Ramón y Cajal, se abrió un importante centro de suministro de metadona, ya que en la década de 1980 fue un barrio muy sacudido por la adicción a la heroína. Un centro que fue pionero en la ciudad y que sirvió de gran ayuda para contribuir a la desintoxicación.

Esto son solo algunos de los secretos que nos aguardan en la avenida Avelino González Mallada, la que fue el segundo epicentro del frente de batalla en la Guerra Civil, donde se intentaron hacer dos parques para servir de pantalla física y mediática a los ideados equipamientos de rechazo que vendrían y donde hoy podemos contemplar esos chalecitos con parcela verde construidos durante el gobierno de Primo de Rivera. Una calle cuya materialización física se le debe en gran parte al arquitecto municipal García de la Cruz. Aparecerán más secretos. ¡Nos vemos en las calles!

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