OLGA ESTEBAN
Miércoles, 6 de enero 2021, 01:56
Estudiaba segundo de la ESO y todas sus preocupacies deberían haber sido los estudios, los amigossus aficiones... Pero aquellos dolores que Sandra sufría finalmente tuvieron nombre, síndrome del Cascanueces, y consecuencias: seis meses apartada del colegio, ingresada en hospitales, unos días en la UCI... Cuando ... Sandra sufría todo eso, Mouhamed aún vivía en Senegal, ajeno al futuro que le esperaba en Gijón, adonde llegó en septiembre de 2019 con su padre y con mucha ilusión, pero sin saber una palabra de español. A Mouhamed le bastaron tres meses de estudio intensivo para incorporarse con normalidad a cuarto de la ESO. Enfermedad y migración no han impedido que Sandra Carril y Mouhamed Ndiaye hayan acabado sus estudios de Secundaria y lo hayan hecho con honores. El Principado acaba de reconocer su tesón en los premios anuales que concede la Consejería de Educación en dos modalidades. Por un lado, al esfuerzo personal y, por el otro, al rendimiento académico, ambos para estudiantes de ESO.
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Al menos, tres alumnos gijoneses están en el cuadro de honores de un curso, el pasado, especialmente complicado para todos. Sandra Carril es una de las cuatro elegidas en toda Asturias por su esfuerzo personal, junto con Hamza Achorak, Cherif Barro y Mame Mor Dieye. Otros cuatro alumnos recibieron un accésit: Nicoleta Andrea Bruma, Javier Cloux Rodríguez, Daniel Flórez Fernández y Mouhamed Ndiaye. En cuanto a los premios al rendimiento académico, cuatro galardonados y cuatro accésits: Juan José Mateos Fernández, Mateo Mencía Rodríguez, Guillermo Álvarez Fernández y Lucía Espina Vázquez, además de Miguel Canga Fidalgo, Óscar Fernández Istillarte, Pablo Fidalgo Suárez y Marco Fernández González. En todo este listado, además de Sandra y Mouhamed, hay al menos un tercer gijonés, Mateo Mencía, del IES Calderón.
Sandra Carril estudiaba en el colegio San Miguel. Cuando cursaba segundo de ESO estuvo «bastante mala», explica. No exagera. Esta joven que ahora tiene 16 años tardó en tener el diagnóstico de lo que le sucedía, el Síndrome del Cascanueces, una enfermedad renal poco común. «Ese curso pasé seis meses en los hospitales». Primero en Cabueñes, luego en el HUCA y durante algunas semanas también en La Paz, en Madrid. Sandra conoce bien lo que es una UCI. Necesitó un autotrasplante de riñón. Pese a todo fue capaz de terminar el curso y pasar a tercero, que tampoco fue un curso fácil, como cuarto. Porque tras la cirugía pasó «nueve meses bien, pero después empezaron los dolores fuertes otra vez». Su vida escolar ha convivido con «vómitos, dolores y medicación muy fuerte». Pero también con mucho esfuerzo, mucho apoyo familiar y la inestimable ayuda del profesorado del San Miguel, que ahora presume de exalumna en redes sociales y se confiesa «orgulloso». Ella, por su parte, nunca dejó las clases. «Bajaba al baño a vomitar». Sigue con medicación, estudia Auxiliar de Enfermería en el IES Número 1, disfruta de sus padres, Mónica y Jorge, de su hermana mayor, Jessica, y del mejor regalo que esta le podía haber dado, su sobrina Valeria, «que nació cuando estaba enferma y me dio mucha fuerza».
Sandra pudo con la enfermedad como Mouhamed Ndiaye ha podido con un buen puñado de obstáculos. Este joven llegó a Gijón, procedente de Senegal, en septiembre de 2019. Había hecho ya la Secundaria en su país de origen, pero debía hacer aquí, de nuevo, el último curso. Con un 'pequeño' problema: no hablaba ni una palabra de español. Así que en octubre, cuando se incorporó al curso en el IES Roces, debía pasar algunas horas en el IES Calderón de la Barca, donde está el Aula de Inmersión Lingüística, que se encarga de atender al alumnado sin los conocimientos mínimos del idioma para seguir con normalidad el curso en su centro de referencia.
Pero a este joven amante del kárate (afición a la que dedicaba tiempo en Senegal pero que aquí no ha podido seguir por el momento) y, sin duda, de los estudios solo le hicieron falta tres meses. Tres meses con seis horas diarias dedicadas al español le bastaron para poder finalizar el curso de Secundaria sin problemas. Bromea con el hecho de que «ni siquiera mi padre creía que fuera a ser capaz». Y eso, con pandemia y clases 'online' de por medio. Cuando llegó el cierre de los centros educativos por la covid, en marzo, Mouhamed se había incorporado a su aula con normalidad y solo lamenta que fue «un poco aburrido» tener que seguir el curso desde casa.
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Con 16 años y «muchos amigos», asegura que el inicio en Gijón «fue un poco difícil por no saber el español, pero luego, poco a poco, fui integrándome». En el IES de Roces confirman que esa integración fue «rapidísima». Ahora, a falta de kárate, sale a correr. Piensa en regresar a Senegal en cuanto le sea posible para ver su madre, a quien echa mucho de menos.
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