Secciones
Servicios
Destacamos
Armando Rodríguez (Gijón, 1949), gijonés de pro y reconocido antiguo empresario de hostelería, pasa revista a la ciudad con EL COMERCIO destilando humor e ironía como nunca le han faltado. Ver los toros desde la barrera otorga un plus a sus reflexiones.
–¿Cómo ha ... visto Gijón este verano?
–Lleno de gente, y eso me encanta. Sigue siendo una ciudad perfecta para disfrutar del mar, de la gastronomía y de la amabilidad de sus gentes. Y del clima, que es una maravilla.
–Se llegaron a escuchar quejas del calor...
–Nos quejamos de vicio. Si hace bueno porque hace bueno, y si hace malo porque estamos teniendo un verano malísimo. No hay que olvidar que de guajes nos íbamos a bañar a la playa con los pelos de punta; llegabas a la orilla muerto de frío.
–Ahora que parecemos estar en los coletazos del verano, se alternan elogios y críticas hacia la masificación habida. ¿Lo ha visto usted al borde del colapso de turistas?
–Hombre, no hay más que ver las calles. El otro día iba por el Muro, y pensaba: 'Si encuentro a alguien de Gijón le doy un abrazo'.
–Muchos turistas, ¿y demasiados coches?
–Todo está lleno. Hasta la panadería del Mas y Más. Habría que peatonalizar más en el centro. A mí me encantan las peatonalizaciones. Pero...
–¿Está Gijón preparado para eso? Fíjese la que se montó con el 'cascayu' del Muro.
–Y no sabe la que se lio en Gijón cuando se peatonalizó el Campo Valdés. Hubo hasta caceroladas y martillazos, para que luego todo el mundo elogiara el resultado final.
–¿Cómo ve a la hostelería gijonesa? Desde luego, trabajo no se puede decir que le falte.
–Muy cara, lo primero. Y luego, tienen el problema de que al haber mucha gente, no se atiende todo lo bien que se debiera. Quieren cogerlo todo y no pueden con ello, es complicado. Dicho esto, ganan mucho dinero.
–Y usted, ¿también ganó mucho dinero?
–En tiempos pasados, en El Globo, a calderadas. A finales de los años 80 y 90 la gente salía a cenar todos los días. Hoy por hoy, ni los turistas se pueden permitir salir todos los días a comer y cenar.
–El pasado invierno el oricio, buque insignia de su histórico restaurante, no bajó en sidrería de los 24 euros la docena. ¿Prohibitivo?
–Esto es la oferta y la demanda. Francia y Japón importan mucho, y pagan mucho. No se puede hacer más.
–Se quejaban los hosteleros al principio del verano de la falta de camareros. ¿Qué le parece?
–No les pasaría eso si pagaran bien.
–¿Nunca tuvo estos problemas?
–El que menos estuvo conmigo fueron diez años. Tuve empleados con más de 20 años de antigüedad, y cuando cerré los indemnicé a todos como debía. Hay que ser honrado con tu gente. Cuarenta días por año.
–¿Echa de menos el negocio?
–Echo de menos a la gente. Ahora bien, de El Globo lo que más echo en falta es el momento de hacer la caja. Era un gusto (ríe).
–¿Cómo ve El Globo en su nueva ubicación tras mudarse el año pasado a la acera de enfrente?
–Muy bien. Estupendamente. Berni no se puede equivocar porque estuvo conmigo 19 años.
–¿Cuál cree que fue la razón de su éxito?
–Producto bueno, empleados bien aseados y respeto al cliente. Sencillo. No hay más. Si te pido un virrey a la plancha, no me lo traigas a la espalda porque no trago. Aceite de oliva virgen y sal. El buen producto no necesita más.
–La reforma del Muro, e incluso el soterramiento del tráfico, está desde hace años en la agenda pública. A usted, como vecino, ¿le gusta como está?
–Paseo mucho por ahí y la verdad que es una pena. Hay mucho coche y mucha sombra.
–¿Tiene arreglo?
–Entrar en guerra con Rusia para ver si lo tira abajo. No nos queda otra. Lo que hicieron ahí es una bestialidad. Lo de las sombras que generan los edificios es horrible.
–¿Cómo ve el Sporting? Disfrutamos contra el Oviedo, sufrimos contra el Racing y tenemos un propietario desaparecido.
–El Sporting hay que pensar que es una empresa y, por tanto, el empresario de este turno puede hacer con él lo que quiera. ¿Me duele? Me dolía antes, ahora me desilusiona. El fútbol me desencantó hace mucho tiempo.
–¿Recuerda cuándo?
–Semifinales de Copa del Rey de 1978 contra Las Palmas en El Molinón. Perdimos 3-0 en la ida, pero aquí en casa nos pegaron un atraco ministerial. Entonces había mucho movimiento nacionalista canario. El robo fue tremendo. Fíjese si estábamos rendidos a los canarios que mandamos a Eurovisión a José Vélez, un cantautor canario.
–¿Sigue yendo a El Molinón?
–Voy algo, pero poco. Los horarios son muy malos. Además, cuando voy, tengo que marchar antes porque me pongo nervioso. Solo me faltaba que me diera algo a la patata en un estadio de fútbol.
–¿Le hubiese gustado que Gijón pujara por el Mundial 2030?
–Mire, el 7 de abril de 1982, coincidiendo con el Mundial de España, abrí un negocio en el barrio de La Arena. Tuve cinco clientes mundialistas: dos austriacos y tres argelinos que estaban en pleno ramadán. Un Mundial para una ciudad es muy bonito, pero al menos para mí, el del 82, no fue un gran negocio. No estuve ni cerca de ganar dinero.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Estos son los mejores colegios de Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.