![Avenida de Rufo García Rendueles completamente vacía de edificios, solo algún chalé y solares. Se ve la avenida de Castilla, Marqués de Urquijo, Doctor Hurlé, Aguado y Canga Argüelles. 1962.](https://s2.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/2024/07/12/barrio%20arena%20chalets%20solares%20calle%20marques%20urquijo%20hurle%20aguado%20avenida%20castilla%20elvira%20hevia%2060-kTE-U220699189634JkH-1200x840@El%20Comercio.jpg)
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A toda persona nacida a partir de 1970 le resultará muy difícil y muy sorprendente imaginarse lo que les vamos a contar y a enseñar a continuación, aunque estas líneas que anteceden sirvan perfectamente como una píldora de anticipo.
Rufo García-Rendueles Domínguez tuvo la gracia de contar con esta calle a su nombre porque fue el ingeniero y subsecretario de obras públicas que participó, como tal, en la construcción del paseo del muro de San Lorenzo, entre 1909 y 1915; tanta relevancia tuvo su figura —y su obra— que se le rindió un homenaje oficial, en 1913, iluminando el nuevo puente de Piles con bombillas rojas, y tres años antes se había acordado en el Pleno darle su nombre a esta gran vía.
¿Sabían que fue una de las primeras, sino la primera, operación de especulación urbanística de Gijón? Asociada al ensanche del arenal de San Lorenzo / barrio de La Arena, lo que hoy es Rufo Rendueles no debería de existir, el paseo del Muro, el muro físico como tal, debería haberse situado en la calle Emilio Tuya como mínimo, ya que como habrán comprobado en los últimos 30 años: el mar pide su sitio y los destrozos han sido importantes y frecuentes, recuerden el temporal de febrero de 2013. Todo este ámbito era un complejo dunar que llegaba hasta la avenida de la Costa, al menos hasta principios del siglo XIX. Pero, para conocer los pormenores del muro de San Lorenzo en concreto, deberán esperar a otra entrega específica sobre el mismo. Podemos avanzar que hasta se llegó a pronunciar la reina en 1907.
Recordarán que en la entrega de la avenida de Castilla hablamos de una manzana en la calle Pidal (como se llamaba la de Rufo Rendueles antes de 1910) que ocuparía parte de la avenida de Castilla y del parque Isabel la Católica, donde Calixto Alvargonzález propuso hacer la cárcel del partido judicial de Gijón que finalmente se hizo en El Coto. Hubiera sido algo que metamorfosearía de por vida la fachada litoral que marca nuestra avenida de hoy, pero esto va más allá. A poniente de la misma, toda, absolutamente toda la avenida, la gran calle con vistas al mar, era un continuo moteado de chalés y palacetes que se alternaban también con huertas y solares; ojo, huertas, además, que solían tener los llamados pozos de péndulo para la extracción de agua para el riego de dichos espacios agrícolas.
El segundo artículo que publicó en su vida el que escribe estas líneas en nuestro periódico: fue precisamente dedicado al leitmotiv «La Arena: del palacio al bloque» y a la labor de fotógrafos como el Padre Patac y Gonzalo del Campo a la hora de retratar el Gijón del predesarrollismo y el desarrollismo con sus consecuencias posteriores. Algunos chalés —con jardín, con jardín sobre un terreno arenoso, para más inri— se hicieron hacia 1923, como el que había a la espalda del México Lindo, otros un poco antes, como uno de estilo regionalista que sale en algunas fotos, y otros en la década de 1950, pero es que luego vino el voraz desarrollismo y arrasó —en eso consistía la modernidad— con todas esas viviendas unifamiliares. Es decir, hubo chalés y palacetes, como los de Miguel Gargallo y Secundino Felgueroso, entre la avenida de Castilla y Marqués de Urquijo, que tuvieron una vida de 18-20 años nada más. Algo inaudito. ¿Quién hace una casa para 18 años?
PD: ¿sabían que un negocio como el México Lindo contribuyó de manera definitiva a que Gijón tuviese la playa más grande del mundo? Inolvidable aquel gracioso dicho de que la playa de San Lorenzo comenzaba en Tetuán, seguía por Casablanca, llegaba a México Lindo, a Dakar y acababa en casa Dios». Dos icónicos y desaparecidos merenderos de la Ería del Piles, un clásico bar de turistas con sus fotos de platos combinados, una sidrería que reabrió y el templo e imagen por excelencia de los gijoneses, la iglesia de San Pedro.
Antes de que nadie se lo pregunte, la respuesta que esperan es esta: una pena lo que se perdió, en primer lugar, la baja densidad edificatoria, las vistas a la playa, la mayor tranquilidad y sobre todo el soleamiento. El paseo marítimo entró en sombra para siempre. La propia burguesía local, que no fue tan generosa como la santanderina o la riosellana, era la propietaria de ese suelo frente a la playa de San Lorenzo; lo vendieron en el momento de mayores plusvalías amparados en la existencia de unos concejales que eran también los propietarios del suelo y estaban asociados a los constructores, tampoco había una normativa urbanística local (había Ley del Suelo de 1956 pero no había un instrumento jurídico como un Plan General para ejecutarla) y lo que sí había era un papelito, a modo de «tasa» más bien, que eran las multas por exceso de volumetría.
Tras haber venido leyendo hasta este punto, creo que todos comprenderán que si el máximo de alturas era 7, pagar una multa por exceso de volumetría que te permita construir moles anodinas y descontextualizadas con unas 12-16 plantas y meterles 4-6 viviendas por planta, compensaba con muchísimas creces la insignificante multa. Con vender un piso (de aquella costaban unos 5 millones de pesetas) se pagaba la multa y el beneficio del constructor era de 200 millones de pesetas aproximadamente. ¿Compensaba, verdad?
Cuando esta primera línea de playa se terminó de construir, hacia 1970, se reprodujo el fenómeno replicante de las ciudades turísticas levantinas. En la manzana siguiente, la que llega a Doctor Hurlé, se hizo el famoso drugstore Playa en 1973 (actual Burger King), que era del empresario hostelero Eustaquio Caballo «Caballito». Tenía dos plantas y en la inferior se proyectó una bolera americana que no se hizo. Los drugstore tenían como novedad que cerraban a altas horas de la madrugada, contaba con cafetería, restaurante y un autoservicio hasta las 2:00.
En Rufo Rendueles se asentaron otras cafeterías, algunas aún perviven, que son las clásicas enfocadas al turista o al vecindario envejecido del barrio. Quién no recordará las partidas al parchís en la cafetería Topolino, luego convertida en restaurante, o la San Siro en la esquina de Aguado (actual pizzería La Competencia), la Alaska 19 (hoy es la Piccola Stanza) o la cafetería Don Pelayo (pegadas) enfrente del Topolino. Pero mucho menos inolvidable es el México Lindo con sus carteles de platos combinados en la fachada que aún perviven.
A continuación sigue existiendo un «edificio» de dos plantas que primero fue la Casa de Socorro y que posteriormente fue la biblioteca municipal de La Arena, antes de que se hiciese la del parque del Gas; hoy es la sede de la asociación de vecinos. Donde está la mítica tienda de souvenirs Durán, de la esquina con Menéndez Pelayo, había un solar antes de hacer el edificio y allí se instaló un falso balneario, que eran una serie de módulos prefabricados con duchas y vestuarios para cambiarse tras bañarse en la playa.
Llega el turno de los deportes y otros festejos con dos secretos en uno. Rufo Rendueles fue el circuito urbano por excelencia de Gijón. Aquí se corrían los llamados Circuitos Motoristas en las décadas de 1950-1970, que también bajaban a la arena, y que daban la vuelta por San Pedro hasta el puente del Piles, y en ellos corría el famoso Juan Atorrasagasti; pero también fue numerosas veces el escenario de carreras velocipédicas y de la misma Vuelta Ciclista. Los coches y las caravanas (los hospitalities de entonces) se aparcaban en los solares que hubo antes de edificar. Esta avenida litoral también era el paso intermedio de todas las carrozas que desfilaban camino de Las Mestas en el inolvidable Día de Asturias.
Para terminar, aunque ya hemos dicho que debemos discernir esta avenida de lo que es el paseo litoral, merece mención la diferencia de aquellos tiempos de 1920 con un pavimento de tierra compactada a lo que es hoy. Una gran operación urbanística, dirigida por el arquitecto Diego Cabezudo, permitió crear una avenida como esta junto a un bello paisaje y conectar la acera con el paseo marítimo a través de unos pasadizos que daban bastante miedo por las noches con esos quiebros y esa luz mortecina. Diez años más tarde se presentó por primera vez a concurso la idea factible de soterrar el tráfico y de ahí también salió el Plan Especial que hizo cubrir de vidrio casi todas las fachadas salvo una, la del estudio de Diego Cabezudo, gracias a una modificación puntual que logró.
El secreto sobre esos pasadizos es que uno de ellos sigue existiendo como vestuario pero con una verja echada. Una propuesta electoral de Foro que debería llevarse a cabo para recuperar lo que hemos podido comprobar: una persona de limpieza para algo vacío, deteriorado y sin uso; una gran posibilidad para las escuelas de surf que hoy hace aguas literalmente por techo.
Seguro que aparecerán nuevos hallazgos en torno a esta gran avenida litoral. No se lo pierdan. Nos vemos en las calles.
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Equipo de Pantallas, Leticia Aróstegui, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández y Mikel Labastida
Jon Garay y Gonzalo de las Heras
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