iván garcía
Sábado, 7 de enero 2023, 15:19
«Vinimos por el conflicto y llevamos aquí cerca de un mes. Los niños están muy contentos gracias a esta iniciativa», pronuncia Anastasia Danylenko desde el recibidor del hotel Dan Manuel. El complejo hotelero recibió a primera hora de la tarde, antes de la una ... y media, la visita de San Nicolás, dispuesto a repartir regalos a la numerosa comunidad ucraniana (entre 20 y 25 personas) que acoge el establecimiento situado frente a los Jardines de la Reina con motivo de la celebración de la Navidad Ortodoxa, que tiene lugar 13 días después al regirse por el calendario juliano.
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Con tan solo 23 años, Anastasia escapó de la localidad de Ivankiv, en el óblast de Kiev, el pasado mes de diciembre, acompañada de su pareja, Yehven, y su hijo, el pequeño Daniel, que este mes de enero cumplirá dos años. Ayer era uno de los más felices en el salón del céntrico hotel gijonés, correteando y jugando con uno de los coches que le habían hecho entrega. «Aunque les cuesta un poco, los niños son capaces de entender lo que está pasando», reconoce la madre del menor
«Ha sido algo extraordinario y muy emocionante», expresa visiblemente emocionado el propio San Nicolás, tras repartir los numerosos regalos entre las familias ucranianas. Los juguetes, revoltijos y otros productos que se entregan fueron recogidos a través de la sociedad recreativa La Boya y la ONG Ningún niño sin cenar. «Para mí es algo extraordinario, sobre todo por muchos padres que han tenido que escapar de sus casas con los niños», añade San Nicolás. Hubo tiempo para los cánticos navideños, con varias de estas familias recitando al unísono su 'Feliz mundo', una canción típica del país de Europa del Este.
«Desde que empezó la guerra tenemos un número constante de 10 o 12 familias. Van entrando y saliendo conforme algunas encuentran hogar y llegan otras nuevas», analiza la directora del hotel Don Manuel, Mariana Flórez Rey, quien califica la jornada de este sábado de «importantísima» para poder ayudar a estas familias y que noten «que están como en casa». A la jornada también acudieron refugiados de otros países que se alojan en el mismo complejo, como hondureños y colombianos. «Tener que huir de tu país porque hay una guerra es lo peor que te puede pasar», reflexiona la directora del hotel.
En una línea similar se muestra Rocío Menéndez, voluntaria de Ningún niño sin cenar. La ONG ha ido recogiendo juguetes «para donarlos y que le hagan entrega de ellos a los niños». Reconoce que es una forma bonita para que «olviden por un día la desgracia que están viviendo».
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