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Rafael Suárez-Muñiz
Domingo, 8 de mayo 2022, 00:48
En un alto privilegiado situado al final de la carretera del Piles al Infanzón (Somió), Fernando Bauer Morpurgo estableció su quinta de recreo con un delicioso jardín histórico. La presencia de la familia Bauer en Gijón, como indica Ramón Alvargonzález (1999) se debió a los vínculos familiares establecidos por nupcias entre Concepción García-Rendueles Bernaldo de Quirós (hija de Ángel García-Rendueles González-Llanos, entonces titular de La Redonda) y Fernando Bauer en 1898. Él era banquero y el representante de la casa Rothschild en España. El nombre oficial de la finca, también llamada quinta Bauer, es el de palacio de La Concepción, nombre puesto en honor a su mujer.
Hacia 1900 adquirió una vasta posesión occidentada con un jardín de 5 hectáreas, siendo por ende el mayor de Somió; en el cual contribuyó Florencio Valdés (creador de La Isla) aportando sus conocimientos sobre jardinería francesa. Es el segundo mayor jardín privado del concejo por detrás de la quinta de Peñafrancia (Deva). La parte delantera, con una levísima pendiente tendida, es una pradera de pelouse de forma regular, que confiere al conjunto una continuidad entre la casa y el jardín; y a partir de ambos factores se logra la ganancia de perspectiva visual desde este palacio amansardado cual chateaux francés. Su origen data de 1902, fecha en que se le encargó el proyecto de una espléndida mansión a Luis Bellido (arquitecto diocesano y municipal de Gijón y Madrid) y fue terminada al año siguiente. Para situarlo: en Gijón, Luis Bellido fue el tracista de emblemáticos edificios como el Banco de Gijón, el Banco de Castilla, los palacetes gemelos de La Guía y la iglesia de San Lorenzo.
La casa se caracteriza por el programa disimétrico de su fachada, con cuatro cubiertas distintas de pizarra, empezando por un remate ancho pero más agudo y pronunciado, siguiendo con un volumen central de cubierta baja y truncada —rematadas ambas con crestería— y una torre en el lateral meridional culminada en chapitel por donde estaba la entrada principal, a la misma se adiciona un módulo acabado en hastial donde se halla una terraza volada. En altura cuenta con cuatro plantas: la baja destinada a recibidor, office de la cocina, salón principal, biblioteca y despacho; la superior está destinada a habitaciones y vestidores; un enorme sótano donde estaba la cocina, el cuarto de plancha, las habitaciones del servicio con su comedor, la bodega y la despensa, y el bajo cubierta donde vivía un capellán. En la torre figura esculpida la virgen de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción, que sacraliza la casa.
Hacia Gijón mira una deleitosa terraza —a la que se accede o desciende por una escalinata doble— desde la que se pierde la vista que llega a alcanzar la playa de San Lorenzo, la Universidad Laboral y hasta la campa de Torres. El bicromatismo rojo y blanco en fachada con el brillante tono grafito de la pizarra, las mansardas abiertas con ojos de buey y el almohadillado de la planta baja son matices eclécticos sumamente atractivos. Detrás se encuentran dependencias servidoras como la casa de los caseros con vivienda y cuadras, y un conjunto de tres módulos con las caballerizas antiguas, las cocheras y el bebedero.
Un decenio después de hacer la casa, la familia Bauer tuvo que abandonar Gijón por el pleito con los vecinos de Somió por el control del agua del manantial que hay dentro de la finca, un nivel acuífero subterráneo del que se proveían siglos atrás los parroquianos y Fernando Bauer en 1903 hizo una acometida para llevar una tubería de agua a su casa privando a los vecinos de la misma; esto fue llevado a los tribunales y el propio Bauer ganó la demanda en 1912 aunque las relaciones ya se habían enconado. Curiosamente, como respuesta del vecindario, el 20 de octubre de 1913 se hizo la fuente-bebedero delante de la entrada que sigue existiendo. La Concepción, pues, deshabitada por sus primeros moradores, fue puesta en alquiler momentáneamente como quinta de recreo alrededor de cuatro años.
Definitivamente, la propiedad fue adquirida en 1917, a cambio de 225.000 pesetas, por el empresario minero Inocencio Fernández Martínez de Vega, que cambió su apellido por el de Figaredo —donde tenía la explotación— y a partir de entonces se produjo la confección definitiva de los elementos singulares de la posesión. Como indica Ramón Alvargonzález (1999), en 1917 figuraba como titular de la finca Ismael Figaredo Herrero (uno de los hijos de Inocencio) pero, tal y como ratifica su sobrino-nieto Nicanor Figaredo Alvargonzález, «Ismael figuraría oficialmente como titular pero quien compraba era Inocencio [su padre]», es decir, su bisabuelo.
Aparte de la esencia pratense ya descrita de esta jardinería de estilo victoriano, la quinta Bauer se singularizó por la doble hilera de 36 tilos de sombra que acompañan todo el camino de entrada bordeando la casa por el sur hasta subir a las cocheras; esta avenida desemboca primero en una explanada ante la construcción principal dejando a un lado el cenador y el lago en el que hubo embarcadero y lanchas, así como plantas acuáticas. Pegada a la tapia occidental se plantó otra hilera de tilos; en la parte izquierda, según se traspasa la puerta principal, había como «una especie de peine de rosales» recuerda Nicanor Figaredo Alvargonzález. Por el lateral norte de la casa hay una gran variedad de camelias japónicas algunas de las añosas tienen un siglo de antigüedad y otras son más recientes, además de macizos de hortensias y alguna buganvilla.
Volviendo hacia atrás, la entrada de la finca la singularizan dos portentosas palmeras canarias, junto a la caseta de vigía. En la parcela izquierda hay una interesante concentración arbórea exótica e histórica plantada en 1917 y compuesta por dos cedros del Líbano, una secuoya (hay otras tres secuoyas más en la parte superior del jardín), un abeto de la Selva Negra y un ciprés de Monterrey. En la parte superior del jardín, junto al lado meridional de la casa, hay un conjunto de cuatro impresionantes magnolias grandiflora centenarias que dejan un suelo de musgo bajo de sí, las tres secuoyas restantes, otras cuatro palmeras, más cipreses y dos bosquetes de robles autóctonos muy destacados en los extremos norte y sur, así como algunos bojedales y algún acebo aislado. Señala el doctor Rodrigo Álvarez Brecht (2009) que posiblemente esa histórica carbayera ya existiera antes que todo lo apuntado, como sucede en Villa Ayesta, La Riega, La Isla y Peñafrancia. También hay un buen número de frutales detrás de la casa, lindando con la carretera del Infanzón.
Tres curiosidades ociales que evocan al potentado pasado de la alta burguesía asturiana. En aquellas quintas de recreo, que eran segundas residencias veraniegas (entendiendo la propia posibilidad del verano como una forma de ocio exclusiva), se introducían espacios de ocio deportivo del que se disfrutaba sin tener que salir de casa cuando en las localidades donde se hallasen ni siquiera había oferta de ocio pública accesible. La familia Figaredo, por su parte, en el extremo meridional de la finca que limita con el camino de Bérbora, construyó un frontón de pelota, del que señala Nicanor Figaredo Alvargonzález, que su «tío-abuelo Nicanor Figaredo Herrero lo amplió en 1934, pero ya existía de antes». Quien explica que en medio de la pista se hicieron los agujeros para introducir los enganches de la red de la cancha de tenis que al ampliar el frontón obtuvo las medidas reglamentarias que antes no tenía. Detrás del frontón hay otra pradera que era el campo de futbol y adosado al muro hay un pequeño vestuario que hicieron para cuando terminaban de jugar.
Haber vivido aquellos tiempos de esplendor de la finca bien se merece este recuerdo escrito y fotográfico. Cuando la familia Figaredo lejos de tener una de las tres casas más espectaculares del municipio, tenía su jardín en consonancia, un lago con barcas de paseo, un campo de futbol, un frontón de pelota y una cancha de tenis con vestuario. Por estas razones la quinta Bauer ha sido frecuentemente escenario de rodaje y protagonista en varios films como 'Jandro' (1964) protagonizada por Arturo Fernández, una de las primeras películas rodadas en Gijón, en la serie 'Historias del otro lado' (1992) de José Luis Garci y 'Si yo fuera rico' (2019) donde aparece la candasina Paula Echeverría. Pero tuvo otra unción más, durante la Guerra Civil fue utilizado como orfanato Rosario Acuña y así lo fotografió para el recuerdo Constantino Suárez, la mayoría de esos niños fueron parte de los «niños de la guerra» enviados a la Unión Soviética para alejarlos del frente.
En definitiva, la quinta Bauer o palacio de La Concepción no deja indiferente a nadie ni en lo arquitectónico ni en la jardinería. A lo ancho de toda su extensión, que llega por contigüidad hasta La Riega de enfrente y de la misma familia, hay en torno a 600 árboles. Las características fundamentales del jardín son la extensión, la textura y la configuración: esa conjugación de la fisionomía de lo histórico separado de lo plantado de forma más laxa en 1917 y el diálogo de todo ello con la enorme superficie encespedada del frente de la época de Bauer. Dos conjuntos separados de robledal autóctono son los mayores aportes, con ejemplares de cerca de dos siglos e hijos de estos, arbolado de sombra focalizado en tilos y algunas especies llamativas como los cedros, los abetos, las palmeras y los cipreses de Monterrey, pero que, ciertamente, ya no eran tan exóticos y raros para la época en que se plantaron [1917].
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