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Es imposible no verlo. En plena calle La Mancha, en el barrio de Pumarín, destaca un edificio con una estructura metálica oxidada pegada a la fachada. En dicho inmueble residen 15 vecinos, los cuales viven inmersos en una pesadilla desde que comenzaron unas obras que les ha dejado el portal en ruinas y la fachada totalmente abierta a la calle.
Metales oxidados y mal apuntalados, con grietas; bolsas de escombros en el suelo, tablas roídas que hacen de valla 'provisional' para no caer al vacío y huecos en las escaleras mal tapados, con agujeros donde se puede ver la calle. Ese es el panorama al que se enfrentan día a día desde hace 18 meses, por efecto de una obra que, en teoría, «solo iba a durar siete meses».
Hace tres años, en 2019, empezó el infortunio de esta comunidad de vecinos, cuando decidieron firmar con una empresa constructora al ser la única que tenía una propuesta con presupuesto fijo y que prometía la instalación de un ascensor junto la construcción de una escalera exterior. Un proyecto que era correcto sobre el papel, pero que no dio más que problemas al ir ejecutándose. Entre 2019 y 2020 se repartieron los pagos -en teoría- para el arquitecto, aparejador y licencia de obra, la cual se retrasó como un proceso burocrático más del Ayuntamiento. En 2021 apareció la primera sorpresa: el pago por el derecho a construir la escalera exterior sobre la acera -un espacio público-, el cual no había sido incluido en el presupuesto y tuvo que abonarlo la comunidad. La broma se saldó con casi 14.450 euros, cifra que aún resienten. Finalmente, en enero de 2022 comenzó la obra en el edificio. Si bien instalaron la estructura metálica exterior -a cargo de una subcontrata especializada-, los obreros estuvieron «no más de 15 días trabajando», repartidos a lo largo de todo el año. «Ellos vinieron, empezaron a picar, cobraron el importe por comienzo de obra y desaparecieron», afirma Antonio Roza, vecino del edificio. Con el paso de los meses, «los obreros iban y venían, estaban dos días o tres y luego se iban». Aparecían cuando la comunidad se quejaba de los retrasos o en temporada previa a los pagos mensuales. Un año y medio después de que comenzaran a picar y «lo abandonaran», el portal ha desaparecido como tal, al igual que la fachada exterior de la escalera, dejando una «zona en ruina» , que está provocando tropiezos y caídas peligrosas de los vecinos, sin estar cubiertas por ningún tipo de seguro. «Esto se puede venir abajo en cualquier momento, no hay resistencia estructural, se mantiene en pie por pura chiripa», comenta Roza.
«¿Dónde está nuestro dinero?», es la pregunta que más les angustia, teniendo en cuenta que ya han pagado más del 80% del presupuesto total -superando los 104.000 euros-, incluido el embargo de más de 4.700 euros por parte del Principado por impago de la licencia de obra. Este problema se amplía a la empresa subcontratada, la cual ha gastado en materiales y mano de obra sin devolución por parte de la constructora. Según informa la administradora de la comunidad, «la constructora amenazaba con parar la obra o denunciarlos por incumplimiento de contrato si no pagaban las cuotas», por lo que la situación se alargó hasta el hartazgo de los vecinos, quienes han adoptado medidas legales y denunciado los hechos, ya que «no se puede vivir así».
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