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PABLO SUÁREZ
GIJÓN.
Viernes, 23 de febrero 2018, 03:21
Un viaje en el tiempo. Una excursión estática para conocer cómo se ha gestado el Gijón en el que vivimos. Esa era la propuesta que realizó ayer el doctor en Historia Héctor Blanco durante su conferencia sobre el plano realizado por Diego de ... Cayón en 1819 y que, tal y como calificó Blanco, «supone una pieza muy relevante para entender la historia de la ciudad».
El mapa, dibujado y pintado a mano, fue encargado ante la necesidad de delimitar el perímetro del casco urbano de la pequeña ciudad de entonces y asumido por Cayón con «especial interés». Prueba de ese interés es la exactitud y detalle del resultado, llegando incluso a excederse de su cometido inicial y representando zonas de la villa de Jovellanos que no formaban parte del encargo original. «Cayón cuida al máximo cada detalle del plano, gracias a lo cual hoy podemos estudiarlo con tanta precisión», ensalzó Blanco.
Un reflejo del que nada queda 200 años después. «Ni siquiera en su linde con el mar son similares el Gijón de entonces y el de ahora», explicó el historiador, quien realizó un pequeño recorrido por las zonas más o menos identificables de aquella villa de la que, pese a que su estructura urbana cambió por completo, algunos edificios como el palacio de Revillagigedo o el antiguo convento de las Agustinas Recoletas (más tarde reconvertido en Tabacalera) lograron sobrevivir al paso de los años. Precisamente uno de los que más cambiado luce ahora es la casa natal de Jovellanos, en cuyo patio tuvo lugar la conferencia.
Sin embargo, hay zonas que, pese a su transformación, mantienen a día de hoy la función que ya tenían entonces. Es el caso de la actual Cuesta del Cholo, un lugar bastante bien protegido del viento y que, entrada la tarde, dispone de buenas horas de sol. «Hace 200 años ni existía la palabra 'ocio', pero en esta zona ya era muy común ver a gente paseando y aprovechando las características tranquilas del lugar», contó Blanco.
Alcalde sin bastón
Otra de las virtudes del plano es la posibilidad que ofrece de conocer el Gijón ideado por Jovellanos, con sus arrabales arbolados y sus calles rectilíneas descendiendo por Bajodevilla que, se cree, pueden estar inspiradas en la por aquel entonces remodelada ciudad de Lisboa. «Pese a que Jovellanos nunca ocupó la alcaldía de la ciudad, buena parte del desarrollo y estructura de la misma lleva su firma», destacó.
Otro detalle que da credibilidad a este supuesto ejercicio de poder en la sombra por parte del ilustrado son las cartas que se escribe con personalidades de la época, en las que destaca repetidamente las aptitudes y capacidades de Diego de Cayón para el dibujo y las matemáticas. De hecho, acabaría siendo nombrado profesor del Real Instituto Jovellanos, un edificio clave en la posterior expansión del núcleo urbano que conformaba el Gijón de comienzos del siglo XIX.
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