PABLO SUÁREZ
GIJÓN.
Miércoles, 10 de abril 2019, 01:32
Más de dos décadas después de verlos partir, la basílica del Sagrado Corazón, popularmente conocida como la Iglesiona, ya luce en su interior el sagrario y el crucifijo originales. Tras años de continuas demandas por parte de los feligreses de la parroquia, una multitudinaria recogida ... de firmas y una intensa gestión encabezada por el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, la Compañía de Jesús ha aceptado la devolución del tesoro a su lugar primitivo, de donde fue sacado en el año 1998, cuando los jesuitas cedían el templo a la diócesis de Oviedo y a cambio solicitaban la posibilidad de llevarse ambas piezas.
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El regreso de las obras originales, hasta ahora ubicadas en la parroquia de la Merced, en Burgos, pone fin a una negociación entre el Arzobispado y la comunidad religiosa que se vio dilatada en el tiempo ante los cambios de interlocutores por ambas partes. «Hay que recordar que los jesuitas se llevaron las piezas con permiso. La gestión del arzobispo ha resultado clave para desbloquear la situación y que hayan vuelto a su sitio original», expresaba ayer el rector de la basílica, Manuel Robles, visiblemente satisfecho por el desenlace y quien también reconocía el trabajo de sus antecesores en el cargo, Julián Herrojo y Víctor Manuel Cedrón.
Una alegría compartida con los feligreses de la parroquia, alguno de los cuales se arrodillaba ayer, al término de la misa, delante de un sagrario que conocieron de niños y al que guardan un gran cariño. Más allá de este valor sentimental y religioso, ambas son piezas muy destacables a nivel artístico.
El sagrario, de plata pura y grandes dimensiones (con 150 centímetros de alto y 99 de ancho llegó a ser el mayor de España), lleva incluidos retazos de la fachada de la Iglesiona y fue confeccionado gracias a la generosidad de los propios feligreses, quienes, en su momento, donaron para ello buenas cantidades de oro y plata.
La cruz con el Cristo de la Paz, considerada la obra maestra del escultor Miguel Blay, quien la esculpió en los años veinte del siglo pasado, es también una pieza de gran valor, tal y como refleja el hecho de que incluso el rey Alfonso XIII y su esposa, la reina Victoria Eugenia, quisieron despedirse en Madrid de la obra antes de que esta partiese hacia Gijón, por la profunda admiración y cariño que le procesaban. «Son dos piezas importantes y pertenecientes a uno de los templos más emblemáticos de Gijón», resumía el rector.
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Sanz Montes ya había anunciado la «pronta devolución» del tesoro original en varias ocasiones. Sin embargo, los jesuitas afirmaban que se trataba de unas piezas «muy veneradas y cuidadas» por los feligreses burgaleses, por lo que la devolución parecía atascarse por momentos. Dos años después de aquellas declaraciones del arzobispo, los deseos de los gijoneses se han visto finalmente cumplidos.
Ayer le tocó el turno al Orfeón Condal de Noreña, cuyo repertorio hizo las delicias de quienes se acercaron hasta el templo.
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