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LAURA MAYORDOMO
GIJÓN.
Miércoles, 12 de octubre 2022, 00:30
«Hasta antes de la pandemia, el servicio funcionaba perfectamente. Tenías la opción de comer el menú del día o medio menú a precios de estudiante. Siete euros el medio menú». La cafetería de la Universidad Laboral también era el lugar en el que los que se llevaban el táper de casa podían sentarse a comer y mucho más que eso. «Era un punto de encuentro» en el que socializar fuera del horario de clases. Es lo que echa en falta el alumnado de la Facultad Jovellanos, que ayer protagonizó una particular protesta en el patio de acceso a la Laboral: con un picnic en el que no faltaron las pizzas caseras elaboradas por los propios alumnos el día anterior. Era su manera de visibilizar su malestar por llevar desde el inicio del curso sin servicio de restauración.
En realidad, la cafetería del conjunto arquitectónico lleva cerrada desde principios de junio cuando la empresa que la había explotado los últimos nueve años, Alimentando futuro, decidió no prorrogar el contrato al llegar éste a su finalización. Ocho trabajadores se vieron sin empleo «de un día para otro», contaba ayer una de esas empleadas, Isi García. Como el resto de sus compañeros, se sumaron ayer a la protesta. David Melón lo hizo con una pancarta en la que se leía: 'Administración de Recrea, nuestra situación es difícil. Necesitamos de vuestra solidaridad y buen corazón'. Trabajadores y usuarios están pendientes de que el Gobierno regional vuelva a sacar a concurso la explotación de la cafetería después de que la anterior licitación quedara desierta.
Si a los habituales de la cafetería -alumnado, pero también profesorado y trabajadores de la facultad, del Conservatorio de Música, del instituto de secundaria o del teatro- les facilitaría el día a día volver a disponer de este servicio, para los empleados (que ahora están en ERTE) la solución al cierre adquiere aún mayor urgencia porque en cuestión de dos meses «se nos acaba el derecho a subrogación». Y hay quien llevaba quince años trabajando en la cafetería.
Ante la ausencia de este servicio, la Universidad de Oviedo ha aumentado el número de mesas y sillas en el comedor. Pero eso, coinciden Azahara Diez, Laura Rubio, Fatma Mohamed Ali, Esther Pedregal y Paula Rodrigo, alumnas de cuarto de Trabajo Social, no ha sido suficiente. Así que no es extraño ver a gente sacar el táper y comer en cualquier rincón. «Son cosas que repercuten en la salud y el estado de ánimo de la gente. Es vergonzoso», comenta Adriana González.
Las alternativas son ahora mismo escasas, explica Sara Hevia. Hay quien recurre a la cafetería del tanatorio de Cabueñes, que por cercanía es la opción elegida por muchos. Y quien hace uso de las máquinas expendedoras de café o alimentos que existen en el recinto. Pero estas últimas no son del agrado del alumnado. «Hay bocadillos, comida rápida y alimentos ultraprocesados que no son nada saludables. No es comida de calidad», subraya Hevia, también alumna del grado de Trabajo Social.
«No pedimos nada descabellado. Solo tener unos servicios mínimos en la Universidad Laboral». Un edificio para el que, recuerda Sara Hevia, se promueve desde hace tiempo su declaración como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.
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