«No damos crédito de que haya podido hacer algo así, nunca le vimos una mala palabra con nadie ni un conflicto... No sabemos qué le habrá podido pasar por la cabeza». Ayer, en Contrueces imperaba al asombro al conocer que uno de sus vecinos «de toda la vida» había acuchillado hasta la muerte al dueño de una inmobiliaria de Ceares. Felipe A. R., de 56 años, vivía de pequeño junto al parque de las Palmeras, estudió en el colegio del barrio y trabajaba como carnicero desde hacía muchos años. Los últimos cinco, en una carnicería de la calle Uría.
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Está separado y tiene una hija. «Cuando se separó se fue a vivir a casa de la madre y luego tuvo algún problema con el piso y alquiló una habitación en un piso compartido, lo veíamos mucho por aquí por la zona, en algún bar y también tranquilamente fumando sentado en un banco», comentan sus vecinos. «Jamás pensamos que podría hacer algo así. A lo mejor, de otros que ves más cantamañanas o liantes no te extraña tanto, pero de Felipe...», comentaba ayer un conocido suyo, que lo vio «hace apenas unos días saliendo de casa por la mañana temprano, supongo que para ir a trabajar».
Precisamente, en su puesto de trabajo, en la carnicería de la calle Uría en la que estaba empleado desde hacía cinco años, saltaron las alarmas la mañana del crimen, cuando no se presentó en su horario habitual. «No vino y creíamos que estaba malo, aunque era raro que no nos avisase. Nos enteramos por la tarde cuando vinieron su exmujer y su hija para decirnos que se había metido en un problema muy gordo y que no iba a volver... Empezamos a atar cabos con la noticia del crimen que vimos en el periódico», relata el propietario, que prefiere no relevar su nombre pero destaca de Felipe A. R. que «era un buen empleado, cumplidor, nunca dio un problema ni tenía roces con clientes ni compañeros. Esto es una sorpresa absoluta».
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Respecto a los motivos económicos que podrían ser el móvil del crimen, el dueño de la carnicería asegura que «nunca nos pidió un adelanto ni nos dijo que tuviera ningún problema». Según ha podido saber EL COMERCIO también estaba al corriente del pago del alquiler a la dueña del piso compartido en el que vivía y nunca había tenido problema alguno con el pago de la mensualidad.
El miércoles, tras enterarse de que había acabado con la vida del gestor de la inmobiliaria, dijo abiertamente: «Ahí está bien, se lo merecía» y esbozó una sonrisa delante de los policías.
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