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Porceyo. Estela Menéndez y su marido Julio Iglesias hablan con su vecino Manuel Barriada junto a las casas todavía anegadas por la riada. DAMIÁN ARIENZA

«Perdimos lo poco que teníamos», lamentan los afectados por las riadas

Los vecinos de la zona rural del concejo se afanan en limpiar sus casas y salvar algunas pertenencias tras las inundaciones del lunes

L. CASTRO / E. GARCÍA

GIJÓN.

Miércoles, 13 de junio 2018, 01:08

«Perdimos lo poco que teníamos. Irá todo directo a la basura». Estela Menéndez y su marido Julio Iglesias, aún conmocionados, dedicaron el día de ayer a hacer balance del mobiliario perdido tras las inundaciones del pasado lunes. Un coche siniestro, varios electrodomésticos inservibles y ... lo poco que habían empezado a construir de su nueva vivienda destrozado. Este es el listado que les dejó el diluvio en su finca de Porceyo en la madrugada del lunes cuando cayeron 54,4 litros por metro cuadrado.

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«Ni siquiera nos percatamos de lo mucho que estaba lloviendo. Fue cuestión de tres horas. Todo lo que habíamos avanzado en la construcción de la nueva casa se perdió y ahora nos toca volver a empezar», lamentó Menéndez. Ella y su marido, albañil de profesión, llevaban varios meses aprovechando los fines de semana para erigir su nuevo hogar, cuyas plantas inferiores quedaron cubiertas de barro. «Tengo ganas de llorar. Siento tal impotencia...», reconocía. Además, criticó, se sintieron «muy solos» al comprobar que a pesar de realizar «infinitas» llamadas el lunes a la Empresa Municipal de Aguas (EMA) y a los bomberos nadie acudió a achicar agua. «Nos decían que estaban desbordados y que teníamos que esperar a que filtrara solo», detalló Menéndez.

Sí acudieron, en cambio, ayer por la tarde para bombear el agua de la finca de su vecino, Manuel Barriada. El lunes no pudo salir de casa hasta las ocho de la tarde, cuando cansado de esperar a que el nivel del agua descendiera decidió ponerse un bañador y atravesar el jardín. Pasó la noche con su familia y regresó ayer con la esperanza de que la situación hubiera mejorado, pero hasta que la EMA no le asistió con las bombas no pudo volver a entrar. «Al principio impacta y duele, pero no se puede luchar contra ello. Frente a una tromba de agua así no hay nada que hacer», lamentó.

Lo peor, por suerte, pasó el lunes y ayer la mayoría de los vecinos afectados por las riadas trataban de volver a la normalidad. En Cefontes, los operarios de la EMA trataban de limpiar los restos de barro y ramas que quedaron depositados en la carretera. También en Santurio recuperaban la calma, aunque algunos vecinos confesaron haber pasado la noche en vela mirando por la ventana y cruzando los dedos para que las previsiones de nuevas precipitaciones no se cumplieran. «No pegué ojo, estaba muy inquieto pensando que la situación podía volver a repetirse, pero por suerte llovió poco de noche», relataba José Luis Pérez, presidente de la asociación vecinal de Santurio.

En Fontaciera también respiraron más aliviados ayer al comprobar que el río no se había desbordado esta vez, pero lamentaban haber vuelto a sufrir inundaciones de nuevo. «Ya no sé las veces que se salió este año, pero no es normal. Estamos agotados de recurrir a la Confederación Hidrográfica. No encuentro ya la solución a esto», aseguraba desesperado Julio José Mateos, vecino de Fontaciera. «Otra vez nos toca limpiar el desastre», añadió.

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Cuestión de limpieza

Los vecinos de Fontaciera, Pinzales y Cenero urgen la limpieza de los ríos para evitar que las inundaciones del pasado lunes vuelvan a repetirse con la misma magnitud. «Llevamos desde marzo sufriendo situaciones parecidas, mandamos escritos pero aquí no apareció nadie», criticó Consuelo Álvarez, presidenta de la asociación vecinal La Abadía de Cenero.

Una ausencia de respuesta que sufren también en Fontaciera, donde la maleza y los árboles atascan el río. «Cada vez que hay crecidas se desborda y nos quedamos incomunicados», relató Javier Fernández, de la asociación de vecinos de San Roque.

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Los de Pinzales reviven el malestar de sus vecinos, con quienes comparten río, cuando las precipitaciones se vuelven abundantes. «Se limpió hace cinco años, pero no en su parte más alta. No podemos evitar que llueva, pero teniendo el río así se incrementa el problema», señaló Juan Carlos Álvarez.

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