Hacer un recorrido por la historia asturiana desde don Pelayo hasta Alfonso III, pasando por la figura de Jovellanos, la basílica de Covadonga o el edificio de la Universidad Laboral sin moverse del sitio es posible. El pintor y escultor Juan Zaratiegui (Oviedo, 1948), licenciado ... en Bellas Artes por la Escuela Superior de San Fernando de Madrid, ha donado al Museo Casa Natal de Jovellanos una colección diseñada por él de 22 medallas de bronce y dos placas que conmemoran distintas etapas de la historia de Asturias. Un trabajo meticuloso que viene elaborando desde hace casi 40 años en su taller de La Arena y que el lunes presenta en el museo, donde estará expuesta por tiempo limitado en la primera planta.
Publicidad
1 /
Está formada por doce medallas de los reyes asturianos; cinco de monumentos arquitectónicos en Asturias; una que conmemora el bicentenario del Instituto Jovellanos y otras cuatro que evocan el 50 aniversario de la construcción de la Laboral, el centenario de la basílica de Covadonga, la inauguración del Museo del Ferrocarril y el edificio de la Tabacalera. También hay dos placas conmemorativas, una por los 50 años del Grupo Covadonga y otra en homenaje al Centro de Estudios Integrados de la Laboral.
Todo empezó por un interés personal del escultor. «Me gustaba y me parecía muy interesante», explica Zaratiegui. Dedicó mucho tiempo a documentarse en los estudios realizados por el historiador Claudio Sánchez Albornoz sobre la Baja Edad Media en la península ibérica y el periodo de la Reconquista. «A partir de ahí, fui atando cabos y creando las medallas de los reyes asturianos. Hice los bocetos –los doce anversos y reversos– y, una vez tuve la composición completa, fui fabricando cada medalla. Cada mes y medio salía una», relata. Todo ello, al tiempo que daba clases de Dibujo en la Universidad Laboral.
Terminó en 1985, después de un año y medio de trabajo que tres años después, en 1988, tuvo la oportunidad de entregarle al por aquel entonces Príncipe Felipe en el Hotel Reconquista de Oviedo. Todas llevan en el anverso el rostro del rey representado en relieve –unas veces de frente, otras de perfil y otras en posisción de tres cuartos–, mientras en el reverso aparece siempre «alguna arquitectura o acontecimiento relevante de su reinado». De este modo, Favila tiene en su reverso el oso que lo mató, Mauregato lleva la leyenda del tributo de las cien doncellas y Ramiro, que dio su nombre al prerrománico asturiano –estilo ramiriense–, un capitel de la iglesia de San Miguel de Lillo. Cada una tiene su historia. Eso sí, «las caras son todas imaginadas porque no había iconografía de la época». También «hay una cosa que tuve en cuenta», revela con picardía. «Hasta Alfonso II, los puse a todos con casco o sin él, pero nunca con corona. Fue a partir de su reinado, en el que instauró la corte en Oviedo, cuando los empecé a coronar».
Publicidad
Se decidió a donar su arte porque quiere que se conserve. «Si esto queda en mis manos y las de mi familia, va a caer en el olvido. Y ahora que estoy en una edad avanzada, en la que ya ves con cierta perspectiva la vida, creo que es el momento», dice entre risas.
3 meses por solo 1€/mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Te puede interesar
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.