JOSÉ SIMAL

Pedro Luis Menéndez

Escritor. Licenciado en Filología Española (Literatura), se ha jubilado tras una vida laboral dedicado a la docencia. Después de publicar numerosos libros de poesía, pronto aparecerá su primera novela, 'Encajadas'

Domingo, 12 de mayo 2024, 02:00

A Pedro Luis Menéndez, que era el mayor de dos hermanos, todavía le tocó aquello de nacer en casa con comadrona para atender el parto. Era el Gijón de 1958 y con su llegada se escribió el prólogo de una trayectoria vital que estaría fuertemente ... marcada por la cultura, y con los libros como eje y objeto de veneración. La pasión de su padre por las distintas manifestaciones culturales acompañó su infancia y de algún modo forjó no solo un carácter: también una mirada, un modo de enfocar la realidad y transformarla. A la sombra de ese padre, melómano y muy buen dibujante, Pedro Luis Menéndez aprendió a lidiar con sus limitaciones, que igual no eran tantas, pero el alto listón paterno convertía en insalvables, y consiguió eso tan difícil de hacer de la necesidad virtud: a falta de habilidad para dibujar, se inclinó por la fotografía para contar con imágenes, y como no se veía con mucha aptitud para la ejecución musical, halló en la poesía otra forma de canalizar el ritmo, de encontrar la melodía que encierran las palabras.

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En el rostro de Pedro Luis Menéndez los años se han empeñado en contradecir lo esperable. A medida que ha ido transcurriendo el tiempo, el aspecto de chico seriecito y formal de la primera juventud ha evolucionado hacia una revolución en el pelo ya blanco, la barba risueña, la risa despreocupada. Algo tendrá que ver, tal vez, el momento vital en que se encuentra, en que por fin parece haber encajado la realidad y el deseo, y la literatura, siempre estuvo presente, pero que hubo de ser relegada a un segundo plano, el de aquello que se disfrutaba después de cumplir otro tipo de compromisos.

A Pedro Luis Menéndez lo convirtió en escritor, como a tantos, como a todos, la lectura que practicó con entrega y dedicación desde siempre. También el conocimiento, aunque de adolescente las excursiones que siempre programó su padre para visitar la más escondida iglesia de cualquier pueblo mesetario, con un ábside digno de ver, o cualquier tesoro arquitectónico, no le hicieran demasiada gracia. Y era ahí, sin embargo, en cada una de esas decisiones, en cada conocimiento, en cada sinfonía que sonaba en casa, en cada libro, donde se iba forjando una voz, la que le llevaría a los primeros libros de poemas, que publicó llegada la veintena, cuando los estudios de Filología le descubrieron la profundidad de la literatura. Recuerda su primera publicación, un texto de prosa poética en la mítica 'Ajoblanco', que envió sin grandes expectativas y que sirvió para convencerse de la valía de su escritura. Vendrían después libros de poesía, el descubrimiento de lo que le podía apasionar la enseñanza a adolescentes en el Colegio de la Inmaculada, los años dedicado también a la formación de profesores, que de alguna forma enmascararon la producción poética bajo numerosas publicaciones técnicas.

En la mirada de Pedro Luis Menéndez brilla ahora la ilusión de haber recuperado lo que siempre ha sido: escritor. La jubilación afecta únicamente a su condición de profesor, porque sigue más activo que nunca enhebrando palabras, escribiendo versos y hasta entregándose a la escritura de una novela a punto de aparecer de la mano de la editorial Impronta, 'Encajadas', una historia de historias con mucho de cortazariana, destinada a sintonizar con los lectores en un juego y un amor por la palabra escrita con raíces en el gran Julio. Y la poesía, porque también muy pronto aparecerá, para sumarse a la docena de poemarios que tiene en su haber, una nueva entrega de ese filtro en busca de la esencialidad permanente que practica. Ganador reciente del premio José Luis Hidalgo y colaborador radiofónico desde hace siete años con una sección de literatura en el programa 'La buena tarde' de la RPA, Pedro Luis Menéndez no se conforma con mirar los días y la vida: también se empeña en transformar todo ello en palabras que sugieren, en historias en las que descubrirnos, en poemas, en latidos.

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