SUSANA D. TEJEDOR
GIJÓN.
Martes, 24 de noviembre 2020, 01:17
En el barrio de Ceares hay comerciantes que reconocen que están «ahogados». Ellos mismos se califican como «unos campeones» en esta lucha, pero reconocen que «todo está en el aire» y no saben «cómo actuar». Hay momentos para la desesperación y otros para «tirar para adelante» contra viento y marea. En la sidrería Sabroso, Gergiana Pindic sirve menús diarios porque «hay buenos clientes» que quieren seguir degustando sus platos. «No me va tan mal, pero me da pena ver la situación de muchos compañeros». Es el caso del Café El Real, instalado en el barrio desde hace 40 años. Desirée Azevedo reconoce que su madre sufre ansiedad al no poder hablar con la gente. «Muchos obreros venían al bar, por ello seguimos ofreciendo café y pinchos».
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Natalia Menéndez regenta junto a Cristina el quiosco Belu. Se ha notado un bajón grande en las ventas. «La gente no sale, los jóvenes no van al instituto, no hay ni peluquería ni hostelería». Pero destaca que «la gente es muy fiel, muy honrada y viene a darte ánimos. Es quien tira por nosotros». De una decena de servicios diarios, Autorruedas Los Ángeles ha pasado a uno o dos. José Belarmino Menéndez dice que no recuerda nada ni parecido en los más de 30 años que lleva con el negocio.
Ramón Marqués prepara en su Floristería Manuela uno de los encargos del día. Abrió la tienda en 1986 y tiene clientela «de todos los sitios, hasta de Estados Unidos, pero nuestra base es el barrio». Está preocupado por la Navidad. «Ya hemos perdido fechas clave para nosotros, los impuestos siguen llegando. La pandemia crea una gran provisionalidad y tenemos que estar pendientes del cambio de criterios». Más antiguo es aún Casa Evaristo, un negocio familiar en el que ya está la tercera generación frente al mostrador. Jorge Santos reconoce que no tienen tanto «agobio» como otros compañeros que están cerrados, pero «vives con inseguridad».
«No hay dinero y han cambiado las compras, se tiende a pescados más asequibles porque el dinero se va y aquí muchos están en ERTE», dice Gely Menéndez, de Pescados y Mariscos Villa del Mar. Unos metros más allá, la administración de loterías La bola de cristal atiende a una clientela que hace cola ordenadamente en la calle. Borja Alvarez, con experiencia de dos décadas pero que ha abierto el local en julio, asegura que «se nota que los bares están cerrados en la compra de lotería».
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