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LAURA MAYORDOMO
Viernes, 1 de abril 2022, 01:48
Os dedico a vosotros, a vuestros hijos y nietos, esta pequeña placa de latón con la cual me homenajea mi ciudad. Para que las futuras generaciones no olviden lo que pasó en aquellos tiempos tan horribles y para evitar que se pueda repetir». Santiago Lobato fue el encargado de poner voz ayer, frente al número 14 de la avenida de la Constitución donde vivió su tío, a las palabras que Víctor Cueto Espina hubiera pronunciado en tan señalado día. En realidad, las escribió su hija, Silvia Cueto, desde Austria, país que lo acogió tras ser liberado del campo de concentración de Mauthausen.
El de Víctor Cueto es uno de los nombres de los 34 gijoneses que fueron detenidos por los alemanes -prácticamente todos en Francia, tras exiliarse al final de la guerra civil española- y deportados a campos de concentración a los que ahora el Ayuntamiento de Gijón ha querido rescatar del olvido con la colocación de 34 'stolpersteine' o 'adoquines de la memoria'. El padre de este proyecto, el artista alemán Gunter Demnig, estuvo ayer en la ciudad instalando las seis primeras placas de latón con los datos de los deportados frente a los lugares donde estos nacieron o vivieron. El resto los colocará ya el Ayuntamiento a lo largo de los meses de abril y mayo.
«Todos se merecen un acto bonito», señaló la concejala de Memoria Democrática, Salomé Díaz Toral, en La Calzada, frente al número 1 de la calle Rufino García Sotura. Allí tuvo lugar la colocación de la primera 'stolperstein', la que recuerda a Olvido Fanjul Camín. No fue casualidad. La única mujer de los 34 deportados gijoneses, la que huyó de Gijón en septiembre de 1937 en un buque francés con destino a la Unión Soviética como cuidadora de 1.100 niños de la guerra, la que perdió a su primer marido -un soldado ruso- en la segunda guerra mundial, a la que los alemanes encarcelaron y arrebataron a su hijo recién nacido y después trasladaron al campo e concentración de Ravensbrück. La que fue liberada tras el fin de la contienda y rehizo su vida en Francia, con otro exiliado comunista con el que tuvo tres hijos y con el que pudo volver a España, a Gijón, en 1963. Tanto la concejala como Maribel Luna, integrante del grupo de trabajo Deportados Asturias -que desde hace tiempo se encarga de recuperar la memoria de los deportados e ir publicando sus biografías-, querían que ella fuera la primera.
El homenaje «lo tiene bien merecido», agradeció la mayor de sus hijas, Eloína Blanco Fanjul, que lamentó no obstante que «llega un poco tarde. Tenía que haber sido hace dos o tres décadas».
Los sones de la marcha fúnebre 'D'antón el neñu' a la gaita y el acordeón acompasaron la colocación del 'adoquín de la memoria' que lleva el nombre de Olvido Fanjul y sobre el que se depositaron después rosas blancas.
«Vivimos momentos muy complicados de la historia que nos recuerdan épocas que creíamos superadas. Recordar hoy a los deportados es una reivindicación de la memoria contra el olvido. Hoy me siento orgullosa de ser la alcaldesa de una ciudad que tiene memoria y que no piensa renunciar a ella. Este es un mensaje de presente y futuro para que la barbarie no vuelva a imperar en nuestras vidas», manifestó Ana González antes de que los acordes del 'Asturias, patria querida' cerraran el acto.
En la avenida de la Constitución, frente al número 4, Ricardo y Carolina Cortés, hijo y nieta de Manuel Cortés, prefirieron guardar un minuto de silencio en recuerdo de quien estuvo preso pero logró salir con vida de Mauthausen. Miembro de una familia de origen almeriense emigrada a Cataluña, perdió a su padre y a un hermano en el campo de concentración. Él acabó instalándose en Gijón, donde falleció en 2003.
En Roces, en la calle Aserradores, vivió 37 años Evaristo Rebollar. Su hija Balbina, hoy presidenta en España de la Amical de Neuengamme -el campo de concentración de Hamburgo en el que él estuvo recluido- decía ante su portal que «es una alegría que con la colocación de este 'stolperstein' se rompa el silencio que anidó durante tantos años en nuestra sociedad y que surja la voz que cuenta la historia de Evaristo y sus compañeros y compañeras deportados por luchar por unos ideales republicanos de libertad, justicia e igualdad».
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Aquilino Acebal Álvarez murió en el campo de Gusen cuando solo tenía 23 años. Su sobrina Rosa María Acebal y su sobrino nieto Nicolás Acebal agradecían ayer el reconocimiento que recupera su memoria «para siempre» con un 'stolperstein' que se ubica frente al lugar donde estuvo la casa en la que vivió con sus padres y hermanos y en la que nació la propia Rosa María. Hoy es el número 119 de Marqués de Casa Valdés.
De Alfredo Andrés, evadido del 'tren fantasma' que le conducía a un campo de concentración, nunca más se supo. Mónica Miranda, sobrina segunda, conoció su historia recientemente. Ahora, que un 'adoquín de la memoria' recuerda su nombre frente al número 12 de Manuel Llaneza, «pasaré de vez en cuando para hacerle una oración».
Han transcurrido casi tres décadas desde que el artista alemán Gunter Demnig diseñó el proyecto de los 'stolpersteine', palabra que se podría traducir como 'piedras que pueden hacer tropezar'. Hoy hay más de 75.000 repartidas por 26 países. La cifra se incrementó ayer con los seis 'adoquines de la memoria' instalados por el propio Demnig en Gijón. «Cada nuevo sitio es importante. Cada nueva piedra es importante para recordar», aseguró a EL COMERCIO. «Especialmente ahora», con una guerra librándose en Ucrania. También en ese país hay instalados varios de sus 'stolpersteine'.
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Jessica M. Puga | Gijón y Samantha Acosta
Cristina Cándido y Álex Sánchez
Rocío Mendoza | Madrid y Lidia Carvajal
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