P. A. Marín Estrada
Viernes, 25 de septiembre 2020, 22:56
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Abrir las puertas de par en par al público y hacer que el arte salga a la calle para despertar un mayor interés a todo tipo de sensibilidades es el objetivo con el que nació La Noche Blanca, un evento que cada otoño sirva para ... inaugurar la temporada de las galerías y museos con nuevas exposiciones. Es una manera de recordar que la creación estética, como la propia naturaleza sigue su propio ritmo vital y que en la estación de la caída de las hojas, también ella renueva su ropaje para continuar adelante. En la noche de este viernes regresaba a Gijón una cita ineludible del calendario cultural de la ciudad y lo hacía, por primera vez desde que surgió, con el viento en contra de la pandemia y sus restrictivas condiciones para cumplir su objetivo principal que es el de acercar al mayor número posible de personas al trabajo de los artistas que exponen en las salas. En esta ocasión, los diversos espacios donde se desarrollaban las actividades programadas se vieron en la necesidad de reducir el aforo de asistentes y de invertir la dinámica -lógica- habitual para solicitarles que ellos mismos comunicaran su intención de acudir, inscribiéndose previamente para ello. Era el tributo forzado por las circunstancias sociosanitarias para que la gran fiesta nocturna del arte pudiese un año más desplegar sus alas blancas y volar.
Nueve espacios museísticos y ocho galerías locales hicieron posible que esas puertas abiertas a la cultura aireasen la vitalidad de la obra de los creadores plásticos y con ella la necesidad de divulgar el lugar que debe tener en cualquier sociedad libre.
Museos como el de la Casa Natal de Jovellanos, ofrecían visitas guiadas a sus exposiciones 'Jovellanos y la Ilustración' y 'Las mujeres en la colección del museo', una propuesta que seguía también el Centro de Cultura Antiguo Instituto con su muestra de Eamonn Doyle. Otros equipamientos apostaban por difundir sus propios contenidos bajo el prisma aperturista y lúdico de la cita, como era el caso de la Ciudadela de Anselmo Solar, el Museo del Ferrocarril, las Termas Romanas, el Museo Evaristo Valle o el Nicanor Piñole. A la vez, Laboral Centro de Arte apostaba por la obra en vivo del proyecto perfomativo de Laura Fjäder y la Colegiata de San Juan Bautista por la música en directo de Alejandro Guillén y el cine.
Las galerías seguían su propia tradición de estrenar temporada con las inauguraciones de sus nuevos proyectos. Entre sus responsables, como en el ánimo de los propios creadores presentes en las salas, latía un mismo afán por encarar los actuales momentos difíciles sin dejarse arrastrar por su nociva fuerza paralizadora. «El arte nunca se puede parar, debe continuar», afirmaba Aurora Vigil-Escalera, quien admitía vivir esta Noche Blanca «con sentimientos enfrentados: nos encantaría poder recibir con las puertas abiertas al público y sin restricción para que disfruten de esta velada mágica, pero lo hacemos con la ilusión de abrir otras ventanas y con muchísimas ganas de seguir trabajando por el arte». Una muestra de esas otras formas de comunicar era el diálogo telemático que mantenía el artista Luis Gordillo a propósito de su muestra en la sala con la periodista de EL COMERCIO Paché Merayo.
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Idéntica impresión manifestaba el galerista Amador Fernández de Cornión: «La Noche Blanca nació para atraer a un público mayoritario y en esta edición debemos pedir lo contrario, reducir al mínimo la asistencia, pero debemos aceptarlo y no dejar que este momento complicado nos venza a nosotros. Hay que encararlo y avanzar adelante». En su sala lo hacían presentando la obra de Marcos Tamargo, ya inaugurada hace unos días y anoche con la oportunidad de contar con las palabras del propio creador. «Resulta difícil y el esfuerzo es mayor, aunque la ilusión está intacta», expresaba Gema Llamazares, quien explicaba que «por coherencia hemos querido mantener la misma programación de dos pases de música de jazz, visita guiada y presentación de la muestra de Helena Toraño, que . Y a pesar del aforo restringido y otros condicionamientos, no hemos renunciado al espíritu lúdico de esta fecha», aseguraba.
La galería ATM combinaba la asistencia presencial con la virtual para abrir la muestra 'THING-X' de Ixone Sádaba y en La Salita el artista Martín Rebolo Mourelos introducía de su propia mano la exposición 'Bilis Negra: el humor melancólico'. La divulgación de la tradición plástica llenaba el espacio del local de Bea Villamarín con la charla 'Sobrevivir a lo cotidiano. El mito griego en el arte' y en la sala de Adriana Suárez, el mismísimo 'bicho' protagonizaba el montaje 'Covid' de Proasur, visible desde la calle. En ella, ganándole la jugada a sus condicionamientos, disertaba en Espacio Líquido el pintor Rafael Fernández Avilés sobre las piezas de 'Imágenes autocontemplativas', arropado por los comisarios de la muestra. Aún quedaba mucha noche abierta para gozar de la magia inmune a todos los virus del arte vivo.
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