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EUGENIA GARCÍA
GIJÓN.
Martes, 17 de noviembre 2020, 00:21
La terminal de contenedores de El Musel está a punto de morir de éxito. Hace un mes que se encuentra colapsada y que las largas colas de camiones forman parte del paisaje portuario, una imagen poco productiva en un sector, el de la logística, ... donde el tiempo es, más que nunca, dinero. Hartos de pagar penalidades a sus clientes por los retrasos, los exportadores asturianos comienzan a mandar sus mercancías a otros puertos más ágiles. En el sentido contrario, lo mismo hacen los importadores que no pueden arriesgarse a posponer su producción. Transitarios, navieras y transportistas del puerto gijonés temen perder clientes y alertan de que los tráficos habituales podrían no recuperarse a medio plazo. Urgen a la Autoridad Portuaria a «dar un golpe sobre la mesa» e intervenir para obligar al grupo APM, que gestiona la terminal -ahora desde Valencia, adonde se trasladó el gerente, Miguel Ruiz-, a priorizar las operaciones de los clientes habituales del puerto o buscar otras soluciones efectivas.
La terminal, que en los últimos meses había incrementado notablemente su tráfico gracias a la línea regular con Reino Unido e Irlanda, ha asumido también mercancías derivadas desde Bilbao a raíz de la huelga de la estiba de este puerto y se encuentra desbordada. «Quisieron absorber más de lo que se podía y se saturó. Se junta todo: falta de personal, de medios y de organización», comenta el responsable de una empresa transportista, que califica la situación de «lamentable y vergonzosa» y calcula pérdidas económicas de un 15%, «más lo que pueda venir a la larga», en una situación ya complicada por la pandemia. «De media, esperan seis horas y a veces estamos más de un día con los camiones parados fuera de la terminal. Donde antes hacían tres viajes regionales al día, ahora solo llegan a uno de noventa o cien euros». De unos 80 viajes diarios, la empresa ha pasado a la mitad. «He tenido que aparcar camiones teniendo trabajo porque es insostenible tenerlos parados».
Cuando un camión llega a puerto, hace cola fuera de la terminal, hasta que alcanza la caseta donde está el guarda y la báscula. Uno de los problemas es que solo hay una para toda la terminal y una segunda puerta para camiones ya pesados que solo se abre ocasionalmente. El pesaje lleva diez o quince minutos por camión, que después se coloca en fila para ser descargado. La operación de descarga y carga del contenedor lleva otros 30 ó 45 minutos. En total, en la terminal caben entre 15 y 20 camiones al mismo tiempo: hasta que sale uno, no entra el siguiente. Pero si antes podían ir y dejar su carga con antelación para realizar más viajes, ahora solo pueden acceder en las 48 horas previas a la llegada del barco. Una medida que se tomó para aliviar la situación, «pero que satura aún más» e incrementa los costes.
La medida «limita mucho el tiempo» a los exportadores, apunta un transitario. «En nuestro caso, las pérdidas son horas laborales. El jueves pasado teníamos que haber cargado un contenedor en Langreo que no apareció porque estaba atascado en El Musel. Lo mismo ocurrió el viernes». Una solución, más costosa, es pagar un plus de entre 70 y 100 euros por un depósito para poder ir cargando contenedores que después son llevados a puerto. Pero hay exportadores que ya han dicho basta: «Mandan la mercancía en camión a puertos como el de Valencia. Cuesta 900 euros, pero prefieren eso a pagar penalidades a sus clientes, porque hay mercancía aquí que lleva veinte días esperando». En la terminal «no cabe un alfiler».
A la hora de cargar y descargar los barcos, «solo se trabaja con una de las dos grúas pórtico imagino que por la falta de espacio, que ha bajado a la mitad su rendimiento», abunda el responsable de una naviera. «Los clientes se enfadan porque no cumplimos con la logística. Los barcos se están retrasando y pierden conexiones en los puertos 'hub': un Gijón-Shanghai de 30 días se alarga a 45», lamenta. Lo secunda el responsable de otra naviera: «Tenía que haber cargado un barco el día 13 y no voy a poder hasta hoy. Es un problema reputacional gravísimo».
Ante esta situación, todos reclaman a la Autoridad Portuaria que tome cartas en el asunto y dé prioridad a las empresas asturianas o del área de influencia habitual del puerto. De lo contrario, temen que cuando termine la huelga «lo de Bilbao vuelva allí y lo que hasta ahora nos daba de comer se quede en Vigo o Valencia».
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