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Los vecinos, agolpados frente a la entrada del templo en la calle Luis Braille.

El Natahoyo se vuelca con su templo

La parroquia de Santa Olaya celebra el acto inaugural con una iglesia repleta bendecida por el arzobispo de Oviedo | «Es el comienzo de una gran aventura», augura Sanz Montes ante cientos de fieles, religiosos y el coro interparroquial

EUGENIA GARCÍA

GIJÓN.

Miércoles, 2 de mayo 2018, 00:37

Llevaban veinticinco años pidiendo un templo y mientras éste «llegaba construían el edificio espiritual que lo sustentaría». La parroquia de Santa Olaya ya tiene casa: es un edificio de ladrillo pintado de blanco, sencillo y amplio que ayer fue consagrado a la vida parroquial con ... la presencia de cientos de fieles que iluminaron su interior. La expectación por el acto de dedicación era máxima y minutos antes de las seis de la tarde los vecinos se agolpaban frente al templo. Con la apertura de sus puertas, los fieles entraron en el espacio construido por la empresa Torre y Cueto con mirada curiosa y ganas de llenarlo. Después de años ocupando un angosto bajo de la calle Ceriñola, no quedó espacio libre en toda la nave.

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En el interior, la novedad impidió durante unos momentos la compostura necesaria y el silencio se hizo con dificultad. Cuando el auditorio calló, el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, comenzó una ceremonia que lentamente fue transformando el edificio en templo religioso. Abriéndose paso entre el gentío, empezó con la consagración del templo con agua bendita, para a continuación entregar la palabra de Dios para ser leída por primera vez. «Sois templo», enunció un feligrés.

«Hoy es un día gozoso para la comunidad cristiana por esta hermosa afluencia», manifestó Sanz Montes, para después mostrar su agradecimiento «a todos quienes han tenido que ver con este templo». «Levantamos una casa y al dedicarla a Dios le hacemos hueco en este barrio. No será un vecino más, pues aquí tiene su morada». En su homilía, el arzobispo se remontó a hace ocho años, cuando por primera vez celebró la misa en la parroquia de San José. Entonces, recordó, los grupos cristianos fueron pasando a saludarle y «llegó un grupo pequeño que parecía tenerlo ensayado. Somos de la parroquia de Santa Olaya, decían, y necesitamos un templo. Necesitamos un templo, y venimos de la parroquia de Santa Olaya». Así, rememoró, «uno detrás de otro, hasta que llegó el párroco y repitió lo mismo, y aseguró que había sido improvisado».

«Al visitar el recinto parroquial comprendí que había que hacer algo. Los diferentes párrocos han ido dejando constancia de esa necesidad, y ha sido mucho y hermoso lo que han hecho todos ellos para que no faltara un hogar para los fieles». Ocho años después de la primera vez que escuchó a aquellos parroquianos pedir una casa, consagró el ansiado templo dedicado a Santa Olaya.

El acto que tuvo lugar ayer «es el comienzo de una gran aventura», preludió. «Es la historia no escrita todavía que tiene como punto de partida las 18 horas de la tarde del 1 de mayo de 2018». Luego, dijo, «vendrá toda una vida». En el nuevo templo se celebrarán bautizos, catequesis, bodas, comuniones y funerales. También albergará el Cáritas Parroquial, que atiene actualmente a 50 familias y da apoyo escolar a unos 30 menores. «Con nosotros aquí se abre una referencia en el barrio», aseguró, y pidió «que esta casa encendida llene la ciudad de alegría».

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Después, tres símbolos hicieron que el edificio laico y algo aséptico se llenara del ambiente envolvente de una iglesia. Primero, asistido también por el párroco de la nueva iglesia, Fernando Díaz, ungió el altar y las cruces de óleo. Más tarde, sobre el altar quemó el incienso que invadió el templo con su olor suave y penetrante y por último, se revistió la mesa del altar y mientras el coro interparroquial de sesenta voluntarios entonaba «el Señor es mi luz y su salvación», se iluminó la iglesia por primera vez con la luz de los cirios. Los fieles presentaron sus ofrendas para celebrar la Pascua de Cristo; y preparado el altar el arzobispo lo besó por primera vez.

Fin de la precariedad

Tras la comunión, el párroco de Santa Olaya agradeció el compromiso de los feligreses, «que durante 25 años, en situación precaria», siguieron fieles a la llamada del cristianismo. «Hoy comienza una nueva etapa parroquial, una ocasión para vivir conformes a la sensación de que un mundo mejor es posible», aseguró. El Natahoyo tiene ya templo, y sus fieles, un encargo del mismo arzobispo: «Continuar con el servicio cultural y social que hasta ahora han mantenido».

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