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Marifé Antuña
Gijón
Miércoles, 9 de abril 2025, 07:05
Es una locomotora que cuenta mucho sobre la historia industrial de Gijón, es una máquina con un siglo de vida y una peripecia particular ... que vuelve a casa, al origen. El Museo del Ferrocarril acaba de adquirir la única locomotora hecha en Gijón que se conserva. Hubo alguna más aquí realizada, pero nada se sabe de su paradero.
Sí se sabe, y documentado está, que en los años veinte del siglo pasado España vivió una suerte de 'boom' de las empresas azucareras, que afectó a Asturias de varias maneras. La pérdida de Cuba está en el origen de este fenómeno, que hace que se comience a utilizar remolacha para hacer azúcar. Aquí se plantó remolacha y se hicieron fábricas en el propio territorio, en lugares como Lieres, Veriña o Pravia. Pero también se hicieron fábricas para fuera de la región. Y ahí es donde entra en liza Constructora Gijonesa, que 1925 pasó a llamarse Juliana Constructora Gijonesa y hoy es Armón. Lo que hoy entendemos como un astillero entonces se encargaba también de hacer estas fábricas, es decir las estructuras y las maquinarias para ellas, como calderas y máquinas de vapor, que se ubicaban en un edificio de ladrillo construido 'ad hoc' donde fuera menester. En ese contexto se encuentra esta locomotora que Javier Fernández data en torno al año 1920, porque aparece el nombre de Constructora Gijonesa, con lo que ha de ser anterior a 1925.
Se sabía ya de la existencia de la locomotora en el museo, que en realidad lleva años siguiéndole la pista y anhelando su regreso. Y se sabía por tanto que esta locomotora se hizo para dar servicio a una azucarera en Monzón (Huesca). Hacía el viaje cargando remolacha y carbón entre la estación de la localidad aragonesa y la azucarera, que estaba en manos de la Sociedad General Azucarera Española. «Después de estar en Monzón, cuando se retira en los setenta la llevaron a otra fábrica en Benavente, donde la tuvieron de adorno en el exterior de las oficinas», revela Javier Fernández, director del Museo de Ferrocarril. De allí acaba por desaparecer –vendida en realidad para convertirse en chatarra– y reaparece en manos de un industrial de Palencia con quien se ha negociado la compra.
No es esta la única locomotra construida en Gijón. Está documentado que antes de la guerra la Industrial Asturiana hizo al menos dos, una para el puerto y otra para ellos mismos, pero hace mucho que desaparecieron. Esta pieza con el sello de Juliana no es, cree Fernández, una construcción ex novo, sino una adaptación de una alemana. «La constructora aquí tenía la tecnología para hacer trabajos de chapa, pero no para el motor o la caja de cambios», dice Fernández. Quiere esto decir que fue construida a medias en Gijón, donde llegaron posiblemente un buen número de piezas que aquí tomaron la forma adaptadas al fin de la máquina de vía ancha, que era trabajar en la azucarera. «Fue la primera y la única que sobrevive», revela Fernández. O eso al menos creen, porque el archivo de Constructora Gijonesa está desaparecido por lo que son muchas la lagunas sobre la actividad de construcción de estructuras terrestres de la compañía.
Esa es la azarosa historia de esta pieza única salvada de la chatarra que en cuanto llegue a Gijón en un transporte especial desde Palencia se incorporará, después de alguna que otra reparación y lavado de cara, a la exposición permanente del museo.
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