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Avelino López, frente a San Juan Bautista en Mieres, durante su última visita a Asturias. J. M. PARDO
«Los misioneros recibimos tanto como damos»

«Los misioneros recibimos tanto como damos»

«El futuro de la misión depende de la apertura de la propia Iglesia, que debe salir de los templos y entrar en la realidad» Avelino López Brugos. Gijonés de adopción, lleva seis décadas como misionero en Brasil

EUGENIA GARCÍA

GIJÓN.

Martes, 21 de agosto 2018, 03:01

Nació en Vega de Espinareda (León) en diciembre de 1933, pero a los dos días se vino con su familia al barrio gijonés de La Calzada. Avelino López Brugos estudió en los Jesuitas y en el San Eutiquio, y a los 11 años ingresó en el seminario. Con 25 se ordenó sacerdote y pasó tres años en la parroquia de San Lorenzo antes de partir como misionero, labor que lleva desempeñando casi seis décadas y en la que continuará, dice, «hasta que deje de ser útil».

-Su primer destino fue Colombia. ¿Qué hizo allí?

-Estuve un tiempo en el seminario en el Vicariato Apostólico de San Jorge -hoy son ya tres la diócesis- y después regresé a España para dedicarme a la formación en el Seminario de Misiones .

-Al poco tiempo le mandaron a Brasil.

-En 1973 fui con otros cuatro sacerdotes al Estado de Bahía, al nordeste de Brasil. Yo había sido su rector en el seminario. Allí comenzamos a trabajar en la zona rural.

-Tuvo un pequeño intervalo formando misioneros en el Instituto Español de misiones Extranjeras de Madrid, pero volvió a Bahía...

-En el 85 regresé y me quedé en la periferia de la segunda ciudad más grande del estado después de Salvador de Bahía: Feira de Santana.

-Y hasta ahora, ¿cómo ha cambiado su labor?

-Cuando llegué, hace 45 años, todo era muy diferente. Era el apogeo de la dictadura militar y yo pasé por cinco parroquias distintas de la zona rural en la que se veía mucha miseria y bastante violencia. Ahora estoy en una ciudad de 650.000 habitantes, residiendo en el seminario.

-¿Se dedica a la formación?

-Estos últimos veinte años, sí. Me dedico a la orientación espiritual de los seminaristas que se están formando en nuestra diócesis -hay siete-, pero además acompaño a varias pastorales sociales.

-¿Qué tipo de ayuda prestan?

-Una de las pastorales es la de los Moradores de Rúa, es decir, los que viven en la calle. Tenemos un centro en el que 150 personas reciben ropa y sobre todo alimento a mediodía, asesoramiento en salud, contacto con la familia...

-También trabaja con mujeres en situación de riesgo.

-La segunda pastoral es de mujeres en situación de prostitución o en peligro de caer en ella. Tenemos un equipo ayudándolas con cursos de formación -manicura, peluquería, etcétera- destinados a proporcionarles las herramientas para salir de ese medio de vida y ser más libres para poder vivir con dignidad. También les damos acompañamiento psicológico.

Salir de la prostitución

-¿Gracias a ese apoyo consiguen una vida mejor?

-Muchas ya han logrado salir de la prostitución y tienen hasta puesto de trabajo. Actualmente estamos abriendo otro centro en otro de los barrios de la ciudad para que también puedan participar y beneficiarse de esos cursos y acompañamientos.

-Lleva prácticamente 58 años de misionero. ¿Cómo concibe la misión?

-Vamos al servicio de la gente, con la que tratamos de convivir, así como transmitir aquello que podemos aportar. Pero recibimos tanto como damos. Ahora comprendemos que debemos ir despojándonos de la superioridad con laque antes nos presentábamos, y que en cada lugar la gente tiene unos valores de los que aprender. Hoy en día la misión se da en un diálogo entre iguales en el que es importante tanto decir como escuchar.

-Como formador, ¿qué busca transmitir a los jóvenes?

-Intento enseñarles que no basta ser cura; lo importante es ser un buen cura. Es decir, alguien que vive con la gente, que siente sus alegrías y tristezas, que participa con ellos en las luchas para conseguir un mundo mejor tanto para los feligreses como para todos. Trato de hacerles ver que, para ser felices, es necesario vivir bien aquello que somos y tener presente que nuestro centro de vida y predicación es Jesús.

-Para ello se necesita...

-Humildad. Disponibilidad para dedicarse a los otros, abrirse a cualquier idea y a los demás. Y tratar de buscar en ellos todo aquello que pueda contribuir a una mejor vida para todos. En definitiva, estar dispuesto a vivir y ser feliz haciendo felices a los demás.

-¿Cuándo se siente usted más feliz?

-Uno se siente muy bien cuando ve que reconforta a los otros y que gracias a un pequeño gesto viven algo mejor. Cuando voy a dar la comida a aquellos que viven en la calle la mayor parte la reciben con agradecimiento, con un abrazo. Recuerdo una ocasión en la que un hombre me dijo, «cómo desearía que fuera usted mi padre».

-¿Cree que las misiones tienen futuro?

-El futuro de las misiones depende de la propia Iglesia, de que nos abramos cada vez más a salir de los templos y entrar dentro de la realidad de los mundos. Como dice el papa Francisco, es preferible una Iglesia herida a una acomodada.

-Hace poco estuvo en Covadonga, participando en un encuentro de misioneros.

-Siempre he guardado mucho cariño a la Basílica. Fue allí, delante de la Santina, donde celebré mi primera misa. También pasé varios veranos en el seminario. Y el encuentro fue especial, muy bueno para compartir experiencias con otros que están en el mismo campo y siguiendo el mismo llamado.

-¿Permanecerá mucho más tiempo en Brasil o volverá pronto a Asturias?

-Por ahora y mientras me sienta útil me quedaré, pero el día que comience a darme cuenta de que ya no lo soy y es mejor regresar a la tierrina, volveré.

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