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R. MUÑIZ
gijón.
Viernes, 22 de mayo 2020, 00:56
El estudio informativo recuerda que abrir el subsuelo de una ciudad bañada por el mar entraña riesgos, como evidenció el episodio de la 'manzana reseca', de 1989. Por entonces para cimentar una nueva construcción se fue bombeando el agua que aparecía durante la excavación; ... eso hizo descender el nivel freático en los terrenos colindantes, lo que dejó al aire parte de los pilotes de madera sobre los que se asientan parte de los edificios de la ciudad levantados durante la década de los 40 y 50. Con el aire la madera se pudrió y tres edificios perdieron consistencia.
El antecedente obligó a extremar la precaución al excavar el túnel del metrotrén y explica por qué ahora Adif anda midiendo si el apeadero de la plaza de Europa lo mueve a Begoña o la Casa Rosada. Para evitar sorpresas con la estación intermodal, el ministerio reclutó a una empresa de prospecciones geológicas que el pasado febrero presentó su estudio hidrogeológico de la zona.
La investigación recopila la abundante información que del subsuelo han ido dejando desde 2001 las campañas para perfilar las estaciones, el metrotrén, el Palacio de Justicia de Bohemia o el pozo de tormentas en El Natahoyo. Con ello hay un perfil geológico completo del subsuelo, que detalla capas de materiales y acuíferos, todo con datos de 50 puntos distintos entre los sondeos, piezómetros y pozos practicados.
Con informática se simuló qué pasaría al abrir en este subsuelo el hueco para las estaciones y el pasillo ferroviario. La conclusión es que «es probable que durante la explotación de las obras, y sobre todo durante la construcción se produzca un cierto drenaje de los distintos acuíferos». Ese agua que se vería atraído al nuevo hueco «podría inducir un cierto rebaje del nivel freático asociado a los depósitos cuaternarios».
Las consecuencias serían una «disminución de las presiones efectivas» en esos terrenos colindantes. «Un rebaje permanente o temporal del nivel freático, podría llegar a ocasionar la pudrición de pilotes de madera utilizados en edificaciones de cierta antigüedad de Gijón, al quedar expuestos» al aire, advierte. Otra de las posibles consecuencias del drenaje sería favorecer la intrusión marina.
Para evitarlo, propone medidas correctoras, entre las que hay un tratamiento del terreno que quede bajo el pasillo ferroviario. Las pantallas ejercen un efecto barrera para el circuito natural de las aguas subterráneas, cosa que se evitaría instalando 44 sifones en la alternativa de Moreda y 50 en la del museo. Cada sifón es un sistema de dos pozos conectados que recogen el agua a un lado de la pantalla y lo llevan hasta su desembocadura natural.
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