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Miércoles, 22 de diciembre 2021, 00:15
El de la inauguración de la iglesia de la Milagrosa fue un acto, según dijimos hace ahora 75 años, revestido de gran solemnidad... por mucho que el templo, sito en el barrio obrero de El Llano estuviera llamado a una tarea más humilde. Claro que también importante: «Servir de base a una muy benéfica acción, precisamente donde más necesaria es la labor religiosa». Fueron muchos los fieles que asistieron al acto de traslado del Santísimo al nuevo edificio, que se inauguró oficialmente a las tres y media de la tarde del día 22. Estaba -aún lo está- la nueva iglesia de la Milagrosa «en el punto más estratégico del barrio de El Llano, sobre la carretera Carbonera y próximo a la fábrica de electricidad».
Ya la conocen, a buen seguro, nuestros lectores, tantas décadas después, pero, por si acaso, vaya ahí la descripción que en su día hizo EL COMERCIO de la iglesia en cuestión: era «de amplias proporciones», contando con tres naves «que le dan gran anchura, resaltando la central, y resulta, desde luego, con condiciones excelentes para la obra religiosa que allí se ha de desarrollar, por cierto ya iniciada con indiscutible acierto y feliz fruto en el sitio provisional del Patronato de San José, en que estuvo hasta ahora instalada la parroquia».
Aquel día, a la misa inaugural siguió la llegada de una procesión a la que pronto se unieron «los elementos de Acción Católica, que en gran número se hallaban estacionados frente al Patronato de San José». Presidió el obispo, el gobernador civil y el alcalde de Gijón, y formaban las banderas de Acción Católica «de todas las parroquias gijonesas, contándose con ellas las de otras entidades religiosas y estandartes de asociaciones, entre ellos todos los de las establecidas en la parroquia de la Milagrosa».
El trayecto, de la avenida de Hermanos Felgueroso a la calle Calvo Sotelo y carretera Carbonera hasta llegar a La Milagrosa, contó, ya ven, con abundante presencia de la autoridad, pero el pueblo esperó en el templo, recién sacramentado y hasta los topes. «Resultó completamente imposible dar cabida en la iglesia a los fieles, quedando centenares de personas en la puerta». Tal fue la expectación.
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