en memoria de gil carlos rodríguez iglesias, un jurista eminente
Su brillante trayectoria académica quedó suspendida cuando siendo ya catedrático de Derecho internacional público en Granada fue nombrado en 1986 juez del Tribunal de Justicia de las entonces Comunidades Europeas
paz andrés sáenz de santamaría
Sábado, 19 de enero 2019, 13:10
Asturias es tierra de europeístas, tradición a la que no fue ajena el Grupo de Oviedo, del que Pérez de Ayala dijo que Adolfo Buylla, Adolfo Posada, Aniceto Sela y Rafael Altamira europeizaban a sus alumnos, pero nadie pudo imaginar que uno de los nuestros llegaría al puesto más alto en el ámbito jurisdiccional del proyecto de integración más desarrollado en nuestro continente y que sus contribuciones científicas alcanzarían un reconocimiento general manifestado en la concesión de un elevado número de distinciones académicas y sociales. Y todo ello asumido con discreción y sencillez, con humildad, sin perder la cercanía y la naturalidad. Este ha sido el caso de Gil Carlos Rodríguez Iglesias, que acaba de dejarnos tras una cruel enfermedad.
Nacido en Gijón y criado en Sama de Langreo, siempre mantuvo el contacto con nuestra región y nunca dejó de ejercer de asturiano. En Asturias deja una legión de amigos doloridos por su pérdida y en el corazón de Gijón, en el barrio de Cimadevilla, un hogar, una residencia a la que retornaba puntualmente todos los veranos. En Asturias se formó y en la Universidad de Oviedo cursó la licenciatura en Derecho, que culminó en 1968. Durante aquellos años residió en el Colegio Mayor Valdés Salas. Luego, su vocación docente le alejó de su tierra y se incorporó a la Universidad Autónoma de Madrid para hacer su tesis doctoral. Allí desarrolló vínculos académicos y de amistad con otro gijonés ilustre, el profesor Aurelio Menéndez.
Jurisprudencia europea
Su brillante trayectoria académica quedó suspendida cuando siendo ya catedrático de Derecho internacional público en Granada fue nombrado en 1986 juez del Tribunal de Justicia de las entonces Comunidades Europeas. Fue el primer juez español y entre 1994 y 2003 desempeñó la presidencia de este órgano. Hay que tener unas cualidades especiales para que una persona sea elegida para ese cargo por sus pares; no basta con demostrar altos conocimientos técnicos, como sin duda hizo desde su incorporación al Tribunal, ni ser políglota, sino que también hay que tener dotes para lograr consensos y capacidad de organización. El hecho de que Gil Carlos Rodríguez Iglesias desempeñara el puesto durante tres mandatos consecutivos es prueba fehaciente de la alta consideración a la que se hizo acreedor en Luxemburgo.
Desde el Tribunal de Justicia, contribuyó de manera decisiva a la consolidación de una jurisprudencia dirigida a asegurar el efecto útil de los Tratados y la tutela de los derechos de los particulares. Al impulsar y precisar estos desarrollos, contenidos fundamentalmente en sentencias dictadas a lo largo de la década de los años noventa del siglo pasado, Rodríguez Iglesias se revela como un actor que por medio de la jurisprudencia contribuye de forma muy relevante a la construcción de una verdadera Comunidad de Derecho caracterizada por una constitucionalización progresiva del sistema y en la que la protección de los ciudadanos se configura como uno de los objetivos esenciales.
Etapa en la Complutense
Terminado su quehacer judicial, se reintegró con naturalidad a una cátedra en la Universidad Complutense de Madrid y se vinculó a entes relacionados con el estudio del derecho europeo; así, dirigió el Real Instituto Elcano desde 2005 hasta 2012, presidió la Sección Española de la Federación Internacional para el Estudio del Derecho Europeo hasta 2015 y contribuyó a crear la Asociación Española para el Estudio del Derecho Europeo, organización de la que en la actualidad era presidente honorario.
La Universidad de Oviedo tuvo el acierto de investirlo como doctor honoris causa en 2001, en un acto en el que también recibió esa distinción el profesor Julio González Campos. En aquella ocasión, Gil Carlos Rodríguez Iglesias señaló en su discurso de investidura que su trayectoria profesional estaba marcada esencialmente por tres elementos: su condición de profesor de Derecho internacional, su dedicación preferente al Derecho comunitario europeo y su actividad judicial. Partiendo de estas premisas, eligió y desarrolló como objeto de su discurso el análisis de las relaciones entre sistemas jurídicos, asumiendo como presupuesto fundamental de sus consideraciones la relevancia del pluralismo jurídico y advirtiendo que para su armonización o convergencia no siempre es suficiente la lógica jurídica sino que es necesario utilizar además el sentido común, al que calificó como elemento esencial tanto de la teoría como de la práctica del Derecho. Solo los grandes juristas que no necesitan adornarse con pomposos oropeles argumentales son capaces de hacer afirmaciones así.
Equilibrado, prudente y sobrio
Apeló entonces asimismo a la europeización de la ciencia jurídica y a la creciente convergencia de los diferentes ordenamientos, subrayando que la influencia entre los sistemas jurídicos, la reordenación del poder público en Europa y la defensa de unos valores políticos y sociales compartidos produce una complementariedad que requiere una aproximación nueva que constituye un reto para el análisis jurídico y para la enseñanza del Derecho. En coherencia con esta convicción, orientó siempre su obra científica en esta dirección.
Su padrino de investidura, el profesor Juan Luis Iglesias Prada, langreano de pro, destacó en su laudatio el temperamento equilibrado, prudente, sobrio en las maneras, modelado en la sensatez y constante en el diario quehacer de Gil Carlos Rodríguez Iglesias. Dijo también que compaginaba sus convicciones europeístas con su profunda asturianía. Haber conocido a este jurista eminente y haber disfrutado de su magisterio, de su ejemplaridad y de su amistad es un privilegio que la vida me ha regalado.
Paz Andrés Sáenz de Santamaría es catedrática de Derecho Internacional Público de la Universidad de Oviedo
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