Mayte de Anta

Del mismo modo que había imperios en los que no se ponía el sol, hay pasiones para las que el calendario es una falacia. Quienes forman parte de esa hermandad silenciosa que transita entre figuras y escenografías, viven en una navidad permanente, de la que solo descansan unos pocos días en enero. El resto del año todo es preparación, una carrera sosegada pero imparable para conseguir que cuando sea el momento de decretar que estamos en tiempo de navidad, todo esté a punto para disfrutar de ese universo que su imaginación, su pericia y su arte es capaz de poner en pie.

También el calendario es engañoso a la hora de medir los años transcurridos. Mayte de Anta nació en 1941, pero el brillo ilusionado de los ojos cuando habla de su pasión desmiente a las cifras y a los almanaques. Hay algo en su forma de hablar que convierte en imágenes las palabras, y su infancia de escenarios diversos (La Felguera donde nació, el tiempo con los abuelos en tierras gallegas, los años en Valladolid, la definitiva instalación en Gijón) viene referenciada por los distintos nacimientos que acompañaron las navidades, siempre diferentes porque su madre, que era maestra los montaba en cada una de las escuelas a las que iba siendo trasladada.

Mayte de Anta es la perseverancia, la voluntad y la energía que se focaliza en un objetivo que no abandona porque no es pesado ni difícil, según dice, cualquier tarea que tenga que ver con la pasión. Concentrada en cada una de las tareas que emprende, su rostro no puede ocultar los rasgos de personalidad más llamativos: la ternura en la mirada tras las gafas, la ironía y el sentido del humor que encuentra refugio en la sonrisa, la decisión que habita en el mentón, y esa mezcla de timidez que no lo es, y de humildad que la lleva al trabajo silencioso y preciso, a la dedicación sin alardes.

Durante toda su vida laboral se dedicó a la docencia, primero en el Calderón y más tarde en el Feijoo, de aquella asignatura que se llamaba Hogar y que derivó en algo que se ocultaba bajo las siglas EATP (Enseñanzas Artístico Técnico Profesionales) y que, en definitiva, siempre le permitió hacer lo que más le gustaba: enseñar los secretos de convertir en real todo aquello que bulle en la imaginación y que las manos se encargan de traducir. Todo ese conocimiento, y todo lo que no se cansa de aprender con tutoriales de todo tipo, se ha sustanciado desde que forma parte de la Asociación Belenista en su trabajo impartiendo talleres, porque un nacimiento no es una colección de figuras por importantes que sean estas: la escenografía, el trabajo de las perspectivas, la búsqueda permanente de objetos, ramitas, raíces, minerales, todo aquello encaminado a convertir en obra de arte la tradición de los pesebres. Entusiasta de los viajes, aprovecha cada visita para indagar en los belenes de cada rincón del mundo para incrementar el número de Misterios (tiene más de trescientos) que atesora en su casa.

Mayte de Anta acaba de ser distinguida con la medalla de oro de la Federación Belenista de España, y aunque ella considera que lo que hace no tiene mucho mérito porque disfruta de cada instante que dedica a la pasión de los nacimientos, quienes la conocen y saben de su trabajo aplauden esa decisión del jurado. Nadie mejor que ella, que lleva treinta años entregada a cuidar de una tradición, a explorar las posibilidades artísticas, a enseñar a todos aquellos que desean aprender, a acercar al público belenes monumentales, para merecer esa distinción.

Seguro que cuando la reciba, en el mes de diciembre, no podrá evitar recordar aquellos

nacimientos primeros, aquellos ríos hechos con papel de plata, las casitas construidas con corcho y las manos sabias de su madre mostrando el camino de una vida en la que cada día brilla la ilusión de la navidad.