Secciones
Servicios
Destacamos
ANA RANERA
gijón.
Sábado, 6 de junio 2020, 00:20
Hace más de un siglo que el martillo de Capua mira hacia el Muro viendo crecer antes sus ventanas varias generaciones de gijoneses. Mientras todo a su alrededor cambiaba, este edificio conservaba su aspecto jugando a que el paso del tiempo era algo ajeno a sus paredes. La solera de este icono gijonés conquistó al acuarelista Ricardo Alonso Cuervo, miembro de la Asociación AcuarelAstur, que quiso darle la espalda a la playa y convertir en el centro de atención esta esquina que une la calle Ezcurdia con Capua.
Este es uno de los rincones de la ciudad que acapara las miradas de los paseantes. Resulta inevitable no imaginar cuánta historia esconde entre esos muros que protegen del viento que azota siempre donde este edificio se levanta. «Es un motivo arquitectónico interesante», decía Alonso Cuervo mientras echaba mano de sus pinceles. Por eso, quiso rendir su particular homenaje, desde su casa, a un lugar que pocas veces ve retratado. «Hay otros edificios que están ya mucho más vistos».
El paseo y sus caminantes, esta vez, se difuminaron para, simplemente, recordar que ahí está la vida, efímera y fugaz, mientras el martillo de Capua es testigo del trasiego igual que lo fue de su falta durante la cuarentena. «Hay que procurar concentrar la atención en el punto de la pintura donde quieras poner énfasis para convertir lo demás en ruido de fondo», explicaba el artista al trazar las siluetas de los transeúntes del paseo.
Así, puso todo su colorido empeño en construir sobre el papel el edificio, convirtiendo el resto del cuadro en un juego gris de luces y sombras a modo de telón de fondo del espectáculo.
Alonso Cuervo demostró maestría con los pinceles, aunque apenas lleve tiempo dando rienda suelta a estos. «El truco es pintar mucho», confesaba humilde este médico con faceta artística. «Hay que cometer errores de manera continuada. Es gastar mucho papel y mucho tiempo».
Con el granate coloreando el martillo de Capua, con sus ventanas y sus galerías mirando hacia la calle y con la ciudad latiendo ante sus ojos de cristal, pintó entonces Ricardo Alonso Cuervo los últimos detalles de este edificio que ha visto a Gijón hacerse desde que las calles eran de tierra, que ha sido testigo de derribos y alzamientos y que espera seguir siendo espectador de la ciudad y de los paseos de los de siempre y de los nuevos gijoneses que dan vida a la vera de la mar.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.