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Palacete de Alejandro Alvargonzález situado en la esquina de la calle Capua, cuando lucía su cúpula de 1898. MARQUERIE (COLECCIÓN DE LA FAMILIA ALVARGONZÁLEZ)
¡Que no, que no es un martillo!
'Martillo de Capua'

¡Que no, que no es un martillo!

Capua. Su nombre coloquial incumple la acepción urbanística, que sería por su alineación con la manzana siguiente

Sábado, 9 de noviembre 2024, 01:00

No sabemos cuándo ni tampoco por qué, pero lo que es incuestionable es que la referencia al mal llamado 'martillo de Capua' está alojada en el ideario de todos los gijoneses. Estamos hartos de escucharla. ¿Pero alguna vez nos hemos preguntado de dónde viene y por qué se ha denominado así? Por otro lado, ¿sabemos qué es un martillo? Pues ya es hora de que sepamos que no, que no es un martillo y es un error llamarlo así.

Un martillo, en términos urbanísticos, es aquella construcción que sobresale de la alineación de construcciones que conforman su manzana, de tal manera que alguna medianera quedaría a la vista. Un martillo se puede ocasionar por una construcción sin sujeción a ordenanzas urbanísticas o porque una construcción quede en resalte después de que sus inmuebles contiguos hayan sido derribados y la nueva alineación, con el objeto de ganar amplitud de aceras, se retranquee. ¿Pero por qué se ha llamado 'martillo de Capua' a este palacete? No lo desvelaremos aún.

La explicación de su forma y su situación en la esquina de la calle Ezcurdia con la de Capua se debe al espacio liberado tras el derribo de la muralla a finales de la década de 1870. Fue la primera manzana del barrio de La Arena, que nació a partir del Plano de Ensanche del Arenal de San Lorenzo de 1863.

Este inmueble unifamiliar fue promovido por Alejandro Alvargonzález, quien fuera alcalde de la ciudad entre 1886 y 1890, y responsable de la traída de aguas de 1889. En 1888 le encargó un pabellón de planta baja con el módulo circular de la rotonda al arquitecto Rodolfo Ibáñez y diez años más tarde, en 1898, le encargó el proyecto definitivo de ampliación y reforma a Mariano Marín Magallón. El conjunto arquitectónico conjuga la arquitectura palaciega, que es la residencia unifamiliar con terracilla cerrada aireada por el salobre ambiente del arenal de San Lorenzo, y los edificios de viviendas anexos, adscritos a la misma propiedad.

En la fachada destaca su repertorio iconográfico con una cariátide portante en las pilastras de la rotonda (es un salón en forma de abanico), donde se localizaron los antepechos, y la alternancia con miradores prestigiados por frontones. El segundo piso de la rotonda está coronado con un balaustre en la que pudo ser una terraza elevada y no fue, tal y como afirma Nacho Alvargonzález. Hacia la calle Capua se proyectó una prolongada buhardilla rematada por crestería, mientras que esa especie de torre adosada a la fachada marítima –el comedor abierto a su cara principal– se remató con una llamativa cúpula. La cúpula del palacete de la familia Alvargonzález es un elemento que muy poca gente habrá visto, pues muy pocos testimonios gráficos lo atestiguan.

La gestora de Mallada

El bautismo como martillo posiblemente diera a luz en la posguerra, a raíz de las actuaciones del periodo bélico, puesto que tras establecerse el Consejo Interprovincial de Asturias y León se le permitió a la gestora frentepopulista de Gijón, dada la excepcionalidad de la situación, que «el respeto a los intereses de los propietarios del suelo» pudiera ser vulnerado, como indica el profesor Ramón Alvargonzález (1978). Un atentado contra el derecho a la propiedad privada. Esa gestora, presidida por el anarcosindicalista Avelino González Mallada, con una calle principal en el barrio de El Coto en tiempos de 'memoria democrática', emprendió un Programa de Derribos desde octubre de 1936 con la finalidad de alcanzar una perspectiva visual sin solución de continuidad entre el paseo marítimo y el horizonte, a partir del derribo de los balnearios, y crear un sistema de espacios libres tras la demolición de casas particulares, iglesias, mercados u hospitales.

Tras el derribo de las casas de Beronda, el palacete de los Alvargonzález estuvo en el punto de mira. El edificio frontero, donde estaba la confitería La Playa originalmente, debió sufrir importantes daños y fue derribado en 1938. Por esa razón existe, entre la Escalerona y la tienda de surf Tablas, ese espacio vacante del acceso al parking del Náutico, el espacio verde y una mediana. Falta un buen trozo de la primitiva manzana donde hoy se encuentran el Shibuya, El Cafetal, Los Vikingos, Tablas y Cantora. Por ese motivo, actualmente, dicho palacete se encuentra en resalte pero respecto a la manzana de enfrente, ni tan siquiera respecto a las construcciones contiguas. En definitiva, que no es un martillo.

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