Manu Fernández

Manu tiene los ojos grandes y en ellos baila siempre un proyecto, una idea, un entusiasmo. Cuando ríe, que es con frecuencia, su rostro se ilumina y contagia con su vitalidad todo lo que se encuentra en su radio de acción. Desde muy joven tuvo clara su inclinación social y participó en muchas actividades de voluntariado. Tal vez por eso se inclinó por el TASOC (Técnico Superior en Animación Sociocultural) a la hora de plantear la formación en su futuro profesional al margen del deporte en el que su luz se hizo patente en cada partido hasta que las lesiones, especialmente una muy complicada de rodilla, terminaron por cerrar el capítulo de su carrera deportiva.

En la vida de Manu Fernández hay dos ejes que confluyen: su fuerte implicación social, y su pasión deportiva. En torno a esos dos motores se organiza toda su existencia, y ha encontrado la fórmula para que lejos de ser compartimentos estancos, cada uno esté presente en el otro, se confundan, de forma que no sea posible separar cuánto hay de actividad puramente deportiva y cuánto de intención social: la inclusión, la igualdad, los grandes valores en los que cree están siempre presentes en su relación con el deporte, y cualquier actividad de carácter deportivo encuentra su encaje en las actividades de carácter social que organiza y con las que colabora.

Ha asumido la presidencia del Club de Balonmano La Calzada, después de haber estado realizando un trabajo incansable en la organización y en la promoción de ese deporte en colegios que han ido generando una cantera de jugadoras y una notable afición en la ciudad. Y aunque lo de la presidencia es lo que menos le gusta, porque prefiere estar a pie de pista, compartir, participar con las niñas y las adolescentes, vivir la emoción de los partidos de cerca, entiende que es necesario asumir esa responsabilidad, y de algún modo contribuir a que la presencia de mujeres y mujeres jóvenes en puestos de esas características sirvan para aumentar la grieta en los techos de cristal y de paso faciliten la entrada de aire fresco y de ideas renovadoras.

El club que preside acaba de conseguir la Medalla de Plata de la ciudad y a Manu Fernández un reconocimiento de ese tipo la conmueve hasta las lágrimas. Por muy acostumbrada que esté a eso de recibir medallas y a saborear triunfos, sabe que esto es diferente. Que no se debe únicamente al esfuerzo de coordinación y buen juego en la pista: que tiene que ver con algo mucho más profundo, con el espíritu, con los valores para los que está convencida de que el deporte ha de ser siempre un eficaz transmisor. Tiene que ver con la niña que empezó a conocer lo que era un pase a dos manos, un lanzamiento de cadera o el peso exacto de un balón, con la muchacha que se pasó seis meses en la India con una mochila aprendiendo a valorar la vida, con la mujer que reparte sonrisas y entusiasmo, la que contagia con su energía aquello que toca y lo convierte en magia.