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LUCÍA BARRIO
GIJÓN.
Miércoles, 30 de marzo 2022, 00:51
El olor a chocolate ya inunda las confiterías de la ciudad. Desde hace semanas estas llevan trabajando «sin descanso» para llenar sus escaparates y mostradores con los bollos y huevos más originales y cubrir así las expectativas de todos los padrinos que quieran obsequiar a ... sus ahijados con un dulce. A Covadonga de Pedro, propietaria de la confitería San Antonio, la Pascua es la temporada que más tiempo le lleva preparar. Y es que, como ella misma reconoce, «le encanta complicarse la vida sacando cosas nuevas». Aunque cada Semana Santa salen de su obrador unos 600 bollos el plato fuerte está en su escaparate. Un pikachu gigante de 30 kilos de chocolate artesanal y más de un metro de altura. Cada año, De Pedro, sorprende con una creación diferente La elección de la temática la suele hacer en Navidad. «Si sale una película que haya tenido tirón aprovecho. Si no, pregunto a amigas con niños o a mi hijo». Como esta vez «no hubo ninguna película que arrasase», De Pedro decidió recurrir a un clásico. «Los pokémon son de hace veinte años pero vuelven a estar de moda», señala. Al tener tanta variedad, en San Antonio hay bollos cuyos precios oscilan desde los dos euros, que cuesta un pequeño conejo de chocolate con leche, hasta los 85 por los que se vende un detallado barco pirata. De lo que se ha dado cuenta De Pedro es que los formatos están cambiando. «Mucha gente los compra como un dulce más, no para regalárselos a los ahijados», cuenta.
A la misma conclusión llega Antonio Argüelles, al frente de la confitería Argüelles: «Ahora la gente prefiere dar un regalo principal como, por ejemplo, ropa. Y un bollo para completar». Ese es el motivo por el que hace un año Argüelles decidió cambiar su manera de trabajar la Semana Santa. «Antes hacíamos lo típico: las casitas, los pollitos, muñecos... Pero ahora vamos a lo tradicional, hacia un público más adulto». Argüelles juega con una ventaja y es que lo que diferencia sus bollos es que el chocolate que los componen es de elaboración propia.
En la La Playa apuestan por la tradición. De su obrador van saliendo, «según se van terminando», sus clásicos bizcochos de almendras, las tradicionales casitas de tres chocolates y los huevos de todos los tamaños. «Hubo una época que parecía que la Pascua se estaba perdiendo pero ahora vuelve. El año pasado fue increíble la cantidad encargos», dice la dueña, Inés Villaverde.
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