Olaya Suárez
Gijón
Martes, 18 de junio 2024, 17:57
«Si llega a tomar dos días más el dióxido de cloro, la paciente podría haber fallecido». El juzgado de lo Penal número 1 de Gijón acogió en la mañana de este martes el juicio a un hombre, I. F. A., acusado de pautar una sustancia prohibida para el consumo humano a una paciente que acudió a la clínica de fisioterapia de la calle Infiesto, en el barrio de Laviada, donde él pasaba consulta, según sostiene la fiscalía y la acusación particular. Está considerado autor de un delito de lesiones graves por imprudencia y afronta el pago de una multa de 3.600 euros, así como una indemnización de casi 10.000 euros por las lesiones y las secuelas.
Publicidad
La forense fue contundente sobre la utilización del producto: «Es un potente desinfectante y es tóxico. Tiene un riesgo muy alto para la salud y no se puede prescribir a personas. Con una mínima ingesta se puede morir en el acto y la dosis que ella tenía pautada era menos diluido que lo que venía indicado para desinfectar piscinas», declaró en la vista oral en la que la víctima (enferma de fibromialgia y con problemas intestinales) relató lo ocurrido: «Fui a su consulta por recomendación de mi fisio y cuando me vio este señor me dijo que yo era una patología con patas, insultó a la Seguridad Social, dijo que me estaban matando poco a poco y que él me curar porque me iba a pautar un producto para limpiar el organismo por dentro».
La mujer, de 45 años, siguió las recomendaciones que I. F. A. supuestamente le indicó: «Que lo comprase por Amazon (me mostró en el ordenador el envase), que lo diluyese en agua y que fuera subiendo la dosis y así lo hice, con desconocimiento total de que era un producto tóxico y prohibido, yo no soy de terapias naturales ni nada de eso, solo soy una persona con dolor crónico que quería estar bien y yo creí que él era médico, llevaba una bata blanca y ponía doctor I., pero casi me mata...», abundó. Al segundo día de la ingesta «empezaron a salirme quemaduras por todo el cuerpo, un dolor insoportable, le llamé por teléfono y le mandé fotos de las heridas y me dijo que fuese al herbolario a por un producto que me iba a aliviar y que por encima de todo no fuese al hospital porque iban a pensar que me lo había hecho él...».
Pero la ahora denunciante no aguantó más y al quinto día acudió al hospital de San Agustín, donde quedó ingresada por las graves lesiones que le provocó el dióxido de cloro. «Me tuvieron que poner morfina durante días por vena, me dijeron los médicos que estaba quemada por dentro y que esas quemaduras estaban aflorando a la piel, me tuvieron que hacer muchas pruebas para ver si podía tener algún órgano afectado y durante meses no pude ni vestirme ni salir a la calle del dolor que tenía. A día de hoy, más de dos años después, tengo escozor por todo el cuerpo», relató la mujer, representada por el abogado Gabriel Giraudo.
El acusado, que se publicita en el centro de Oviedo en el que trabaja actualmente como diplomado en psiconeuroinmunología, experto en nutrición celular activa, terapia sistémica y en «fitoterapia con evidencia científica», negó que los hechos hubiesen ocurrido como asegura la víctima y como sostiene la fiscal: «Llegó la clienta y me pidió que le pautase dióxido de cloro porque según ella otro médico hacía tiempo se lo había inyectado, pero yo le contesté que no, que era una sustancia prohibida para el consumo humano». El por qué aparecen en los autos una receta escrita por él con la dosis pautada para el dióxido de cloro lo achacó a que «era un simple protocolo porque ella me pidió que le escribiese cómo se tomaba y lo vi en internet y lo escribí allí como ella me pidió». «Lo único que le indiqué que tomasen fueron probióticos y un multivitamínico, nada más», dijo el procesado, que tiene pendiente otro juicio por un delito de intrusismo profesional.
Publicidad
La propietaria de la clínica de fisioterapia en la que el hombre tenía «un despacho», y que responde subsidiariamente como responsable civil, narró en una declaración un tanto inconexa que «no tenía ninguna relación mercantil con él, le dejaba un espacio en mi centro porque era muy grande, pero no sabía lo que hacía allí y tampoco qué ponía en sus tarjetas de visita». Según ella misma explicó ante el juez, «dejó de estar en la clínica porque nos llamó el consejero y nos dijo que no podía estar allí porque estaba pasando consulta y no tenía autorización porque no era médico». El propio acusado sí había declarado previamente que tenía una relación mercantil con la dueña del centro de fisioterapia de la calle Infiesto y que el recepcionista de la clínica le llevaba a él la agenda y llegó incluso a culparle de ser quien había contestado a los mails de la víctima pidiendo que no fuera al hospital. «El mail era compartido del centro, no lo usaba solo yo», aseguró. El recepcionista en cuestión no fue citado a declarar. El juicio quedó visto para sentencia.
3 meses por solo 1€/mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.