«Niños y adolescentes están perdiendo vivencias por culpa de la pandemia que habrá que compensar»
La XXVII Jornada municipal sobre adicciones aborda las repercusiones de la crisis sanitaria entre los más jóvenes
«Estamos en un momento social extraño y complejo. Los tiempos que vivimos impactan de manera significativa en niños y adolescentes, que se están perdiendo vivencias por culpa de la pandemia que habrá que compensar». Es la opinión del psicólogo y educador catalán Jaume Funes, encargado esta mañana de abrir la XXVII Jornada municipal sobre adicciones, que por segundo año consecutivo se desarrolla en formato 'online' y que en esta edición se centra en abordar los retos en salud de la infancia y la adolescencia bajo el título 'Crecer en el siglo XXI'. Es la opinión de Funes y también la de la concejala de Bienestar Social y Derechos, Educación, Infancia y Juventud, Natalia González, que antes de inaugurar las jornadas reconocía que la actual crisis sanitaria «ha marcado y va a marcar en los próximos años» a los sectores más jóvenes de la población, a los que la pandemia está limitando sus posibilidades de relación social, un aspecto básico del bienestar y la salud entendida «como algo global, no solo con la ausencia de enfermedad».
Enlazaba así con lo que más tarde aseguraría Jaume Funes, al poner de manifiesto que si bien es a los niños y adolescentes en los que menos ha impactado la covid-19 como enfermedad han sido estos los más afectados por las regulaciones y restricciones establecidas para contener la expansión del virus. «Ningún comité de expertos ha pensado en ellos», afirmó al recordar cómo una de las primeras medidas de relajación del estado de alarma que confinó a la población en sus casas fue permitir salir a los menores de catorce años acompañados de un adulto, cuando «¿alguien ha visto a un adolescente salir de la mano de su padre o su madre a la calle?». Para Funes, la presencialidad en las aulas también es básica toda vez que «ir a la escuela es la única experiencia significativa» para muchos de esos chavales. Como demuestra el hecho de que «alguno empezó pintando 'covid, te quiero' en las paredes de su centro» por librarse así de tener que ir a clase, pero acabó pidiendo la apertura de colegios e institutos para recuperar en parte su vida. Demostración, dijo, de que la escuela cumple una función más allá de la de educar.
La pandemia, sobre todo el confinamiento, también sirvió para que muchos padres «descubrieran que la adolescencia de sus hijos no era solo la de ir a clase, sacar buenas notas y portarse bien, sino que descubrieran en ellos sentimientos, angustias, incertezas, amores...». Fue un contrapunto en un marco general en el que «los padres tienen un gran desconocimiento de las adolescencias actuales».
El experto en temas relacionados con la adolescencia y las drogas, se refirió a la importancia de que los adolescentes «vean que nos interesamos por ellos, no tanto por sus problemas» y de que, en esa etapa de su vida, tengan a su lado «a otros adultos razonables, además de sus padres», que ejerzan una influencia positiva.
Respecto al consumo de alcohol, rechazó la máxima de que cada vez se empiece a beber a edades más tempranas y señaló que más que cuándo y cuánto se bebe el foco del debate debería ser «¿por qué les atrae el alcohol y por qué le atribuyen una felicidad que no tiene?». También se mostró partidario de «educar en la ética de los riesgos» y de «informar» a los adolescentes, lo que, aclaró, «no significa empujarles a consumir». Pero, conscientes de que lo harán, hacerles ver que se trata de «una droga peligrosa» y proporcionarles unas claves básicas. La primera, que traten de demorar el mayor tiempo posible el inicio del consumo por las repercusiones que eso tendrá para su salud. La segunda, que si se pasan bebiendo, intenten no ponerse en situaciones que les hagan correr un riesgo. También, que no acepten por norma lo que otros le dicen sobre cómo tiene que sentirse después de beber y que al día siguiente de hacerlo reflexionen sobre los pros y los contras. Y una última, hacerles ver que «el alcohol se bebe para estar bien y estar bien compartiendo, no para no enterarse de lo que pasa ni para olvidar problemas». «Quizá algún día tengamos que hacer un taller sobre cómo beber sidra sin emborracharse», bromeó.
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