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E. C.
GIJÓN.
Miércoles, 15 de noviembre 2017, 00:26
Dentro del ciclo '80 años del expolio del Ateneo Obrero de Gijón', la citada entidad organizó ayer una conferencia del periodista y promotor cultural Higinio del Río en la que resaltó la figura del arquitecto Joaquín Ortiz (1899-1983), más vinculado a Llanes que ... a Gijón, pero que dejó también huella en la villa de Jovellanos. Un ejemplo fue su participación en la construcción del considerado primer 'rascacielos' gijonés, el edificio de la Plazuela que hace esquina con las calles de Capua y Menéndez Valdés.
Hombre fiel a la República durante la guerra civil, la conferencia no solo estuvo dedicada al estudio de la obra del arquitecto, de estilo racionalista y que fue definida como «un tratado práctico al servicio de que el ser humano viva a gusto y feliz», sino también a desvelar el lado más humano del personaje, a pesar de su «clara vocación de anonimato».
En ese sentido, Del Río indicó que la ideología de Joaquín Ortiz no fue obstáculo para que evitase la destrucción de algunas obras de arte religioso, ni para que durante la guerra salvase la vida a su colaborador en Gijón Manuel García Rodríguez, antes del triunfo de los sublevados. Asimismo, afirmó que el arquitecto, exiliado a la República Dominicana en 1940 y posteriormente afincado en Venezuela, estaba «obsesionado» con la idea de que la falta de medios no impidiera a los niños el acceso a la educación.
Sobre la obra arquitectónica de Joaquín Ortiz, su biógrafo lo calificó como «uno de los máximos exponentes del racionalismo en Asturias» y argumentó que así lo demuestra la opinión de cuantos estudiaron la historia de la arquitectura en la región, como José Ramón Alonso Pereira, Joaquín Aranda o Héctor Blanco.
El largo exilio de Ortiz, que no regresó a Asturias hasta 1977, le impidió, con toda probabilidad, crear escuela propia, pero, según Higinio del Río, pensar en el ser humano como inspirador principal de las obras arquitectónicas, por encima de consideraciones estéticas o de cualquier otro tipo, son ideas con las que todavía comulgan «los buenos arquitectos actuales».
Por otra parte, Del Río advirtió de que toda arquitectura corre riesgo porque «el arte es irrelevante para los especuladores inmobiliarios».
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