Diez mil metros de un viaje submarino sin salir del Acuario
Novedad ·
Una inmersión virtual permite descubrir los fondos abisales y las fascinantes criaturas que los habitan. Porque «solo se puede cuidar lo que se conoce»Secciones
Servicios
Destacamos
Novedad ·
Una inmersión virtual permite descubrir los fondos abisales y las fascinantes criaturas que los habitan. Porque «solo se puede cuidar lo que se conoce»LAURA MAYORDOMO
Martes, 20 de septiembre 2022, 13:23
Bárbara, la piloto del sumergible de profundidad 'Deep Sea 1' en el que embarcaremos en apenas unos minutos, nos lo advierte: «Vamos a entrar en un mundo de absoluta y perpetua oscuridad. Un mundo donde viven criaturas fascinantes». Animales que «pueden resultarnos monstruosos» por su tamaño, como en el caso del cachalote o el calamar gigante, o por su aspecto, como en el caso del pez cola de rata, del pez colmillo, de la quimera azul de nariz puntiaguda, de las medusas fantasma gigantes o del pez pelícano, una singular especie que puede llegar a vivir a 8.000 metros de profundidad.
Estamos a punto de descender a los fondos abisales, «la parte más extensa y desconocida de nuestro planeta». Un territorio aún inexplorado e ignoto para la mayoría de los mortales -«ha ido más gente al espacio que a las profundidades abisales», se explica antes de la inmersión- pero hasta el que -ojo, que viene 'spoiler'- ya ha llegado la basura que generamos en tierra firme.
Ese es el mensaje final que se pretende transmitir con esta experiencia de realidad virtual que en cuestión de semanas se podrá vivir en el Bioparc Acuario Gijón y a la que se ha llamado 'La última frontera'. «Espero que la gente se conciencie de que la mayor parte del planeta no la conocemos y nos la estamos cargando», afirma, sin paños calientes, Fernando González Sitges, zoólogo, director y coguionista -junto con Beatriz Iso- de la película de unos doce minutos que permite ese viaje a lo más profundo de los océanos. Porque «por mal que algo esté, si no es algo que te gusta, que te maravilla, no te interesa protegerlo. Solo se puede cuidar lo que se conoce», afirma.
Pero para llegar a ese punto aún queda mucho. Volvemos al principio para que Bárbara -en realidad un holograma proyectado en la primera sala a la que tendrán acceso los visitantes-, nos dé las instrucciones prácticas sobre cómo se va a desarrollar la inmersión. Los privilegiados pasajeros del 'Deep Sea 1' -nueve por turno, previa reserva y abono de 5 euros sobre la entrada al Acuario- han de pasar a un cuarto contiguo, sentarse y colocarse unas gafas de realidad virtual. Solo así serán capaces de realizar, en cuestión de doce minutos, un viaje a los abismos submarinos que, en tiempo real, llevaría un día entero. De ahí que esas fascinantes criaturas que los habitan vayan surgiendo frente a sus ojos -también a derecha, izquierda, arriba o abajo, porque se tiene una visión de 180 grados- de manera más rápida de lo que lo harían en realidad. Otro truco: se ha aumentado el tamaño de alguna de las especies más pequeñas para poder apreciar todos sus detalles.
Se inicia el descenso, se atraviesa la zona crepuscular (donde todavía llega algo de luz) y, con una oscuridad creciente, empiezan a ser visibles, como pequeños copos blancos, miles de partículas de materia orgánica, que acompañarán al sumergible durante la inmersión. Los tripulantes del 'Deep Sea 1', en permanente comunicación con una segunda nave (el 'Deep Sea 2') que lo acompaña en la expedición, asisten a la lucha entre un cachalote y un calamar gigante, el Kraken de las antiguas leyendas y la comida «favorita» del primero.
Imposible contener las exclamaciones cuando el sumergible se adentra en un cañón submarino y aparecen de repente frente a él las coloridas medusas fantasma gigantes. Se suceden también los peces víbora, un superdepredador del abismo, o el pez pelícano, que hincha su enorme boca como el ave cuando consigue alimento.
Un alimento que a esas profundidades, en torno a los 8.000 o 10.000 metros, escasea. De ahí que un esqueleto de ballena suponga un auténtico festín para las especies carroñeras -mixines, cañabotas, isópodos gigantes, pulpos rosas o gusanos- que también habitan los fondos abisales. Ahí abajo hay tan poca comida que ahorrar energía es vital. Por eso el pez pescador -que algunos identificarán por la película 'Nemo'- aguarda inmóvil a que una incauta presa se vea atraída por el cebo luminoso que sale de su cabeza como una antena.
'La última frontera' depara aún bastantes más sorpresas. Para muchos, la experiencia será lo más cerca que lleguen a estar nunca de un viaje a las profundidades abisales. Solo cuatro expediciones lo han conseguido desde 2019 hasta hoy. El récord lo ostenta el norteamericano Víctor Vescovo, que en 2019 logró descender hasta los 10.934 metros.
Publicidad
Noelia A. Erausquin | Gijón y Samantha Acosta | Gijón
Almudena Santos y Lidia Carvajal
Rocío Mendoza | Madrid, Álex Sánchez y Sara I. Belled
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.