La Inmaculada convertirá el espacio de los jesuitas en residencia de estudiantes

Así se lo ha comunicado el padre Alfredo Flórez, director del centro, a las familias. Hace solo unos días se hacía pública la decisión de cerrar la comunidad. Un cierre, admite Flórez, que «ya se preveía desde hace tiempo», entre otras cuestiones por la «disminución de jesuitas en Asturias y la avanzada edad de los que actualmente forman la residencia del colegio». En los últimos años, decía la orden hace poco, han faltado «pilares» fundamentales de la comunidad. Han fallecido o han sido trasladados a enfermerías padres «muy vinculados al colegio, como Cifuentes, Treceño o Pachi». A eso se sumaron otras «decisiones difíciles para ir preparando este momento, como el cierre de la parroquia». Y así las cosas, aunque la comunidad de jesuitas no tuviera desde hace años vinculación directa con el colegio, «sí era una presencia apreciada y que se sentía como parte del mismo. Y por ello, aunque todavía no se han ido, ya los echamos de menos», asegura el director del colegio.

Lo cierto es que la decisión está tomada, la comunidad cierra, «pero no así el espacio que hasta la fecha ocupan». Por eso, en los últimos meses, el centro ha estado buscando una fórmula para usar ese espacio e «integrarlo en la vida del colegio». De ahí nace 'Educate Inmaculada', que ofrecerá a «otros colegios de la compañía una experiencia que creemos puede ser enriquecedora para todos».

Los alumnos de otros lugares que opten por pasar unos días en el colegio gijonés podrán asistir a las clases de español o del programa bilingüe e «integrarse en la vida colegial y de la ciudad de Gijón, pudiendo también visitar tres importantes centros de peregrinación del norte de España, como son los santuarios de Loyola, Covadonga y Santiago de Compostela».

Esta es la base de un proyecto que se está desarrollando y que pasará por la adecuación de espacios, para «abrir el colegio a otros de la compañía universal, fomentando la interculturalidad y la ciudadanía global, creando redes y relaciones que van más allá de nuestras fronteras», en palabras del padre Alfredo Flórez. Eso sí, «manteniendo siempre vivo el recuerdo de los que allí vivieron».

El 30 de junio será el último día en que la comunidad acoja a los padres jesuitas. Después empezará otro capítulo de la historia de la compañía en la ciudad.