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G. P.
GIJÓN.
Jueves, 2 de noviembre 2017, 00:17
La incineración se impone a los tradicionales enterramientos en el conjunto de cementerios de Gijón. En 2016, fueron 610 las inhumaciones de cenizas registradas en los ocho camposantos del concejo frente a 569 sepelios de féretros, una diferencia que aumenta al sumar aquellas cenizas a ... las que la familia da un destino diferente .
Entre las necrópolis, Deva se impone como el lugar predilecto de los gijoneses para depositar los restos de sus seres queridos. El pasado año, el último cementerio del municipio -inaugurado el 22 de noviembre de 1999- recibió 441 de las 1.179 inhumaciones. Según datos de Cegisa, sociedad que gestiona los cementerios de Gijón, el dato supone un 37,4% del total. Las cifras continúan con una tendencia al alza en los primeros nueve meses de 2017, periodo en el que el camposanto ha recibido 145 inhumaciones en tierra y 194 de cenizas. Actualmente, son 8.500 los fallecidos cuyos restos reposan en este camposanto. El ritmo de crecimiento ha motivado la ampliación del espacio, que en los últimos meses ha sumado una sexta calle de nichos y una nueva parcela para la plantación de árboles en el Bosque de las Cenizas, así como un incremento de las sepulturas bajo tierra.
En los otros siete cementerios, los registros a fecha de 30 de septiembre dejan datos como la ausencia de enterramientos en Valdornón, donde el pasado año tuvieron lugar tres. Ceares-El Sucu encabeza en estos meses el volumen de sepelios tradicionales, con 162, mientras Cenero, Cabueñes o Tremañes no llegan a la decena. En la jornada de ayer los visitantes pudieron apreciar las remodelaciones llevadas a cabo en los camposantos, con mejoras en saneamiento, colocación de barandillas o reparación de las puertas de acceso. Además, en los últimos días los operarios de las instalaciones acometieron labores de limpieza en los recintos.
«Antes la gente tenía adecuada su parcela, pero ahora nos tenemos que ocupar nosotros de la limpieza», explica el encargado de Ceares-El Sucu, Ceferino Piñera. El trabajo se concentra en las fechas próximas a Todos los Santos, mientras el resto del año se ven «ahogados por la falta de enterramientos».
«Al incinerarse cada vez más la gente, tenemos menos trabajo», precisa Piñera. La plantilla, explica, está compuesta por una media de seis empleados que «rotan por los cementerios en función de la demanda. Hay días que tenemos cinco servicios y otros ninguno. No hay una matemática, nunca puedes prever el trabajo».
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