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La carroza de Gaspar pasa entre la multitud por la calle San Bernardo, a la altura de Begoña. DAMIÁN ARIENZA
Ingenio para lograr la mejor vista de la cabalgata

Ingenio para lograr la mejor vista de la cabalgata

Alturas. Sillas, escaleras y andamios servían para ver una comitiva que al final se quedó sin caballos

IVÁN GARCÍA

Sábado, 6 de enero 2024, 00:12

«La ilusión por volver a ver a los Reyes no se pierde nunca». Sentados en las sillas traídas de su propio negocio en la plaza del Parchís, para Daniel Amaya y compañía ni el frío ni la lluvia fueron ayer impedimento alguno para disfrutar de la cabalgata. ¿La solución? «Paraguas y abrigo», bromeaba. Desde las seis y media de la tarde, junto a Estefany, Daniel y Diego, fueron testigos de primera de cómo la calle San Bernardo iba abarrotándose de gente. «Venimos todos los años y este nos pareció buena idea coger unas sillas de nuestro local para hacer más llevadera la espera». Más convencional era la petición que le hacían a los Reyes desde esa privilegiada primera fila: «Sobre todo, que haya salud».

De que la necesidad agudiza el ingenio daba buena cuenta el entorno de la céntrica plaza del Parchís. Encaramados a andamios, subidos a escaleras o desde las plantas altas de las cafeterías, cualquier lugar medianamente elevado servía para seguir el paso de las carrozas cargadas de regalos a su paso por el centro de la ciudad. «Al mal tiempo, calor humano», resumía José Pérez a pocos metros de la plaza del Carmen, desde donde siguió el desfile en compañía de su mujer y su hija, la pequeña Vera, de tan solo cuatro años. «¿Vienen por ahí, papi?», se preguntaba la niña al paso de los coches de la policía al tiempo que no ocultaba estar «un poco nerviosa» por ver de cerca a Melchor, Gaspar y Baltasar.

La ausencia de los dromedarios copaba buena parte de las conversaciones. «Una pena, porque creo que gana con animales y es una oportunidad única para que los niños vean de cerca esta especie», reflexionaba Alba Ruiz, al tiempo que se enteraba de que, a última hora, los caballos tampoco iban a desfilar. «No tenía ni idea, pero si es por seguridad, me parece prudente». Precisamente en Oviedo dos de los caballos de Baltasar se cayeron al suelo hasta en dos ocasiones por la lluvia, lo que provocó que el Rey Mago tuviese que llegar andando a la adoración del niño. También fue muy comentada, con disparidad de opiniones, la novedosa narración por altavoces.

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