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La escritora Elvira Navarro (Huelva, 1978) presenta hoy en la carpa La Atalaya de la Feria del Libro de Gijón su última novela 'Las voces de Adriana' (Random House). La cita será a las 19.30 horas, en Begoña, en un acto patrocinado por el ... Aula de Cultura del diario EL COMERCIO con Natalia Cueto Verdú como conductora.
-¿Qué ha querido contar en esta novela?
-El tema fundamental es la memoria, sobre todo la familiar y la muerte, su aprendizaje en la medida que lo podemos afrontar mientras estamos vivos. Hay una primera aproximación cuando se pierden los seres más queridos y nos ponemos en línea de salida, es una toma de conciencia de nuestra propia finitud, algo que sabemos desde siempre, pero lo asumimos cuando empieza a morir gente que nos importa.
-Para su protagonista ese proceso adopta la forma de un viaje en el tiempo, ¿no?
-Es un viaje al pasado y al abrazo del propio origen. El libro se divide en tres partes. En la primera vemos a la protagonista, tras la muerte de su madre, apoyando a un padre enfermo cuyo carácter vital contrasta con el de Adriana, que está asumiendo los duelos familiares. De ahí pasamos a la memoria, ya han desaparecido todos y la novela viaja a la casa familiar de un pueblo de Extremadura hacia las voces de la madre y la abuela que son recreadas por Adriana.
-¿Es una historia de fantasmas, empezando por las amistades virtuales con las que se relacionan Adriana y su padre por internet?
-Es cierto que esas personas que conocemos a través de las redes tienen ese componente fantamagórico, los ves a diario y lees sus opiniones, pero no llegas a ponerles cuerpo. En el caso del padre, sin embargo, le ayudan. Para él, que es ya mayor y está enfermo, son oportunidades de imaginar una vida nueva.
-La madre y la abuela, ¿serían espectros más clásicos, como el de Hamlet?
-Ella les da voz a través de unos monólogos que tienen eco entre ellas, es una parte que funciona como un coro de mujeres que recorren sus vidas y ahí hay algo de novela de fantasmas, pero sin llegar a serlo. Son sus voces evocadas por la memoria de Adriana y a veces se revuelven. Dicen «esto se lo está inventando», «yo no lo expresaría así». Con ello se subraya otro de los temas del libro, el elemento ficcional que tiene la memoria. No siempre responde a la verdad de los hechos, pero sí a una memoria emocional propia.
Heridas no cerradas
-En su novela, ¿memoria e identidad van unidas?
-La identidad es memoria, somos el relato que hemos construido sobre nuestro pasado y al mismo tiempo el que nos han conformado las historias familiares, lo que hemos aprendido de nuestros padres, sus ideas, su visión del mundo. La identidad es eso, un puzle hecho de muchas piezas que vienen de distintos sitios.
-También toca la memoria histórica.
-Hay un episodio que se cuenta de dos hermanos de la abuela fusilados en la guerra civil y cuyos cuerpos nunca se encontraron. Adriana maneja una versión de la historia y su abuela le había contado otra. Quería señalar cómo estas historias trágicas se mitifican con el tiempo. Hay tantas versiones porque no se cierran las heridas cuando sigue el dolor de no poder despedir a los propios muertos.
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